Acerca del arte contemporáneo se me ocurren cosas disparatadas

Mucha de la sofisticación del arte contemporáneo nos hace recalar, salvando las distancias temporales, en las imágenes cristianas de la antigüedad que, para saltarse las prohibiciones bíblicas, recurrían a la plasmación de signos de cara a la transmisión de significados doctrinales. Lo cual no les sirvió de nada porque lo que necesitaban eran escrituras para legos e iletrados fácilmente comprensibles (papa Gregorio).

Por consiguiente, después de una denodada lucha dogmática, se decidió retornar al caudal figurativo sabiendo que las esculturas y pinturas, los frescos y murales, proporcionaban devoción, aprehensión, información, fe, redención y perdón. Después, esta imaginería aparentemente accesible –siempre se guardaba una trampa- se usó también como instrumento ideológico y de poder. Al fin y al cabo, no se iba a perder tal oportunidad de control a la vista de los evidentes e inmejorables resultados.

¿Qué es entonces lo que acontece ahora? Pues que volvemos a los sistemas crípticos de representación simbólica y conceptual. Las iconoclastias se suceden, llaman a la rebelión y los mal llamados “demiurgos” del mal son tan imparables y creativos que nos deparan una sorpresa tras otra en forma de “iconos” visibles e invisibles, complejos unos, herméticos otros, incluso cochambrosos, abyectos y sanguinolentos.

Ya no hay deleites sensoriales ni contemplaciones celestiales o siderales, ni magias espirituales ni éxtasis plásticos. Y de haberlos, hay muy pocos. Tal es así, que en apoyo de esta tesis está el ejemplo medieval del cráneo milagroso de santa Fe (una mártir del siglo IV) con el rostro de oro. En la actualidad los cráneos como motivos artísticos –algunos repletos de diamantes- se multiplican, pero desgraciadamente ya no hacen milagros. Una pena. Así es como se fueron perdiendo pasajes para el cielo –abajo hace demasiado calor-.

En definitiva, que los textos escritos se hacen esenciales en estos momentos para el entendimiento del arte de hoy si somos capaces también de descifrarlos, que tampoco es tan sencillo, algunos son tan oscuros como si nos propusiéramos leer de noche y sin más luz que la del Espíritu Santo –lo que es una molestia para él porque le pagan para dedicarse a otros menesteres-.   

Gregorio Vigil-Escalera

De las Asociaciones Internacional y Española de Críticos de Arte (AICA/AECA)