La familia

¿Cuánto sufren los familiares de nuestros políticos? Los candidatos cobran un sueldo más que aceptable para lo que aportan al estado, pero sus familiares están condenados a la oscuridad más escondida del planeta.

¿Qué pasa, si como es el caso que nos ocupa, el hermano de la presidenta tiene el acierto de encontrar lo que nuestras autoridades buscan sin éxito?

Decía Isabel, Isabel Díaz Ayuso, que su hermano lleva trabajando en la empresa que ha vendido a la Comunidad de Madrid las mascarillas, veintiséis años. Tendremos que esperar a las investigaciones judiciales, que no a las políticas que siempre son malintencionadas y manipuladas, para acusar de corrupción. Una palabra que suena mal en algunas bocas excesivamente sucias. Volviendo a las mascarillas, me parece que este señor, el hermano de la presidenta al que no conozco, tiene derecho a vender los productos de su empresa allá donde hagan falta, sin tener en cuenta que su hermana es o deja de ser la que manda en la Institución. ¿O no? ¿O por el hecho de ser el hermano de la que han elegido los madrileños está obligado a dejar su trabajo y dedicarse a la mendicidad?

Creo sinceramente que algunos políticos cada vez tienen menos que aportar a la vida ciudadana. Solo se dedican a prohibir, prohibir y prohibir. Si no suben los impuestos y regalan dinero a espuertas no saben qué hacer. Eso y Franco. Son los dos ejes con los que buscan unos votos que cada vez estrangulan más la vida ciudadana. Estrangulan a las pequeñas empresas, a los autónomos.

El otro día me decía un amigo, millonario para más señas, que a él le conviene mucho que se suba el precio de la gasolina hasta donde quieran porque de esa forma él viajará sin atascos. Porque él, me decía, la puede pagar, pero los demás… Pues eso hay que aplicarlo a la luz, al gas…

Si finalmente la justicia condena, que se cumpla, pero hasta entonces, es mejor gobernar y buscar la mayor eficacia en la gestión, si es que saben.