¡Manos arriba!

Andrés Herzog los tiene bien puestos. Tozudo y combativo, enrolado el primero en la UPyD de Rosa Diez y representando después a la Intersindical bancaria, ha conseguido que se investigue el comportamiento del Banco de España y la Comisión Nacional de Valores en la transformación de Caja Madrid en Bankia. Es el último capítulo de un novelón que no tiene, por el momento, epílogo alguno. Un buen amigo tiene por costumbre levantar las manos cuando entra en una sucursal bancaria. “Nunca espero nada bueno de ellos” –me dice-. Su precavida actitud podría parecer exagerada a muchos de ustedes pero algunos consideramos lógico que la ciudadanía se adentre en ese mundo con muchas precauciones. No es para menos, las noticias que genera últimamente el sector son tan alarmantes como inesperadas. La mayoría de ellas terminan repercutiendo en los bolsillos de los españoles. Todos sabíamos que la banca nunca pierde, pero pocos imaginábamos que ese axioma se iba a cumplir inexorablemente.

 

Comenzaron por sumergir los ahorros vitales de miles de ancianos y jubilados en los mercados secundarios de la especulación financiera. Engatusados por sus asesores de toda la vida, a cambio de intereses superlativos, invirtieron todo lo que tenían en participaciones preferentes. Nadie les explicó que compartían el barco con piratas capitalistas que se jugaban sus excedentes monetarios en la ruleta bursátil. Nadie les contó, tampoco, que su pequeño capital quedaba para siempre en las cajas y que la rentabilidad prometida no estaba garantizada. Cuando las cajas quebraron aquellos incautos se quedaron con lo puesto. El rendimiento acordado desapareció repentinamente y el dinero invertido se enterró bajos las ruinas de aquel desastre económico. Encabezados por los más valientes, una multitud de afectados acudió a los tribunales. Tuvieron que pasear su ancianidad e ingenuidad por las sedes judiciales que les correspondieron en suerte. Buena parte de ellos recuperaron lo perdido, pero otros andan todavía reclamando lo que era suyo.

 

Después aconteció lo que yo denomino “el abuso del embudo”. Lo ancho para la banca prestamista y lo estrecho para el cliente hipotecado. Cuando sube el valor del dinero yo se lo incluyo en las cuotas mensuales, pero si baja usted me sigue pagando lo mismo.  A esa trampa legal se le llama cláusula suelo. Gracias al empeño de unos pocos, respaldado finalmente por la judicatura de la Comunidad Europea, el trágala ha sido neutralizado. Los bancos del embudo tendrán que devolver más de 4.000 millones de euros indebidamente cobrados. Por si todo lo expuesto no fuera poco, otra sentencia judicial determina que los gastos de escrituración y registro de una vivienda hipotecada debe pagarlos la entidad crediticia. Hasta hoy, el tomador del préstamo abonaba la minuta. Nuevamente, una multitud de ciudadanos se prepara para recuperar un capital que nunca debió salir de sus cuentas corrientes. Algunos despachos de abogados se están forrando en este juego de despropósitos.

 

Aún nos queda por ver la comparecencia de Fernández Ordóñez y Julio Segura ante un juez de la Audiencia Nacional. Eran los máximos responsables del Banco de España y la Comisión Nacional de Valores cuando Bankia decidió cotizar en bolsa. A pesar de las advertencias que presuntamente tenían sobre la mesa, autorizaron la estrategia equivocado de Rodrigo Rato. Nadie puede olvidar que la nacionalización de Bankia, consecuencia directa de aquel error, se ha sufragado con fondos públicos prestados por Europa. Todos tendremos que devolver más de 20.000 millones de euros. La reapertura del caso salpicará al expresidente Rodríguez Zapatero, al equipo económico que bajo su mandato dirigía la vicepresidenta Elena Salgado, al Partido Popular, que colocó a Blesa y Rato en Caja Madrid, al Partido Socialista y a todas las autoridades de intervención y control que participaron en el asunto. Tantos abusos y tanta dejadez no pueden quedar impunes. No me extraña que mi amigo levante las manos cuando entra en una sucursal bancaria y se palpe la cartera cuando sale de ella.