La vedette del Dos de Mayo

La historia de la revista musical española ha estado jalonada de grandes artistas que han sabido cantar, bailar y actuar. Llenaban el escenario nada más pisarlo. Si hubiera una enciclopedia de este género obligatoriamente debería contar con las reseñas biográficas de estrellas como Trini Alonso, que lo fue en los años 40. O Florinda Chico, Queta Claver, Marujita Díaz e, incluso Mary Santpere, que brillaron posteriormente. ¿Y quién no se acuerda de Manolita Chen? En los años 60 y 70 destacaron Marisol Ayuso, Esperanza Roy y hasta María José Cantudo, cuya carrera, al contrario que las dos anteriores, se quedó anclada como musa del destape. Ya más recientemente, Rosa Valenty ocupó un lugar sobresaliente pero, sin lugar a dudas, la matrícula de honor ex aequo es para Norma Duval y Bárbara Rey.

Después de ellas ya no ha habido nadie que pudiera llenar su hueco. Entre otras cosas porque la sociedad ha cambiado y la revista musical prácticamente ha desaparecido. Ahora el espectáculo ya no está en los escenarios ni hay estrellas fulgurantes que lo llenen.

Ahora el espectáculo está en otros escenarios y han aparecido otras estrellas que lo colman. Esto sí, al contrario que las citadas, las nuevas vedettes no cantan, ni bailan pero saben actuar. Y de qué manera… Sobre todo una de ellas.

Y es que ha tenido la mejor maestra de todas las que pudiera haber. Aunque ya fuera -afortunadamente- de la primera línea política, Esperanza Aguirre ha dejado un legado tan monumental que solo una persona tan desposeída de complejos como ella ha podido recoger  y cargar sin que le pesara. 

Isabel Díaz Ayuso ha corregido, renovado y aumentado la herencia de Aguirre hasta el punto de que los desvaríos políticos de la exlideresa se han quedado chicos al lado de la actual inquilina de la Puerta del Sol. Y es que no hay nada peor que ignorantes con poder. Estos son aquellos que confunden el puesto que ocupan con la institución a la que representan. 

El sainete en la fiesta de la Comunidad de Madrid es el ejemplo más claro que puede darse para entender esta disfunción. No solo ha quedado retratada la conocida soberbia de Ayuso. “Por mis santos ovarios, este -por Bolaños- no sube a la tribuna”, le debió decir a Miguel Ángel Rodríguez. “No te preocupes, ya me encargo yo”, le debió contestar MAR. Y así fue. El espectáculo había comenzado y no tiene visos de que vaya a decaer. Como en la revista, los críticos silban pero los palmeros apagan el sonido con sus aplausos. Una vez más Isabel Díaz Ayuso ha recogido las flores del escenario y se vuelve al camerino henchida de gozo y placer. Una vez más era la estrella.

También han quedado retratados los papelones interpretados en esa función por Nuñez Feijóo y Margarita Robles. (El alcalde Martínez Almeida no cuenta. Simplemente era atrezo). El primero ha demostrado que era un convidado de piedra. Sin más recorrido, por lo que demuestra a diario, que seguir plegándose a las órdenes y exabruptos de Ayuso. Y la segunda, a la que no le tiembla la voz cuando ha de enfrentarse a Irene Monero o Ione Belarra, le temblequearon las piernas y no quiso saber nada. Extraña pasividad de una mujer de armas tomar.

Todo. Absolutamente todo fue un despropósito.

En vísperas de las elecciones autonómicas y municipales, el espectáculo no ha hecho más que empezar. Ya no bailarán Trini Alonso, Florinda Chico o Queta Claver. Tampoco cantarán Marujita Díaz, Mary Santpere y Manolita Chen. Marisol Ayuso, Esperanza Roy y María José Cantudo no subirán a las tablas. Ni Rosa Valenty, Norma Duval o Bárbara Rey volverán a recibir la luz de las candilejas.

No hay que preocuparse. La vedette que ocupa el escenario de la Puerta del Sol nos seguirá entreteniendo. Pero no nos divierte.