Yo me quedo con lo universal, el otro con lo global

Cuando pusimos pie en la globalización pensamos que la integración e interacción abriría las puertas y ventanas a la cultura y el arte de la geografía marginal y suburbial. La facilidad de las comunicaciones permitiría acceder a espacios y experiencias artísticas hasta ahora desconocidas, y de esta forma circularía en todo el mundo esta información y además esas construcciones estéticas y visuales que llegarían a  desplazarse a nuestros ámbitos locales, sociales y culturales.

Tal vez tal fenómeno tuvo lugar en sus comienzos y aún hoy sigue teniendo parcialmente vigencia, pero la trampa estaba echada, dada la tendencia posterior a la unificación económica, política, cultural y comunicacional mundial, constituyendo y planteando así uno de los rasgos definidores de esta época. Si bien, tales tipos de utopías han perdido credibilidad puesto que han dejado tras de sí ruinas de impunidad y oprobio.

La dinámica de la globalización estás avanzando de forma imparable sin importarle todos aquellos elementos que la cuestionen o puedan hacerle frente, con lo que está anulando la singularidad y la creatividad nacidas en otras fronteras, y los progresos y desarrollos brotados desde cualquier confín del planeta. Se alcanza, en consecuencia, la proclividad a una uniformidad y homogeneización que han sido impuestas por los centros neurálgicos occidentales –Europa y USA principalmente- implacablemente.

Por eso, ciertos autores establecen una clara distinción entre globalización y universalidad, al entender que cuando hablamos de arte y de cultura la referencia contemporánea es su tratamiento universal, no una globalización que solamente sirve para señalar el juego de un sistema económico, tanto en sus beneficios como en sus grupos y estructuras de dominación.

Braque quería que el objeto perdiese su destino usual, pues solamente entonces el arte le habría conferido su destino universal. Ésta es precisamente la aspiración que se convierte en una grave cuestión para el arte actual, dada su conciencia de crisis, y lo es tanto en sí misma como en su proyección humana porque sigue estando sin resolver y que además puede entrañar que se acorte y empobrezca el pensamiento, siendo incluso sustituido por un fenómeno automático.

Gregorio Vigil-Escalera

De las Asociaciones Internacional y Española de Críticos de Arte (AICA/AECA)