En el arte también se pueden seguir pistas
Se ha puesto de moda en nuestro país la búsqueda, en cualquier asunto, de pistas que conduzcan a la verdad última que consuele y alivie, porque tal como está la situación no estamos ya para otra cosa. En el campo del arte tal fenómeno se ha producido antes y sigue haciéndose, porque en este ámbito siempre hay una vía de escape y simulación, que no solamente sirve para el que lo crea y consuma sino además para el que lo reciba y vea.
Con el método innovador de Iván Lermolieff, seudónimo de Giovanni Morelli (1816-1891), introductor de la figura del experto en arte, a base de los detalles más insignificantes, ínfimos e inimitables de la obras de arte, llegamos al reconocimiento de la precisa y determinada grafía de la mano del artista. Se despejaban así dudas sobre la autenticidad de las mismas, así como la evitación de falsificaciones y fraudes.
Después, por medio de Carlo Ginzburg (1939) se llega a una nueva fase, en virtud de la cual se abre un proceso de reconstitución de este proceso a partir de las huellas. En su método del paradigma indiciario lo esencial son los menores indicios que quedan plasmados como rastros y que servirán como el acceso al conocimiento de otra variable de la realidad de la obra. En ellos quedan fijados como colores, texturas, sexo, trayectorias, significados, en definitiva, detalles que son estructura y hasta totalidad.
Por tanto, las conclusiones que se extraen a través de estos elementos y fragmentos le dan sentido e identificación al esquema de pensamiento y al bagaje cultural del mismísimo autor.
Gregorio Vigil-Escalera
De las Asociaciones Internacional y Española de Críticos de Arte (AICA/AECA)