¿Cuánto tiempo llevamos de viaje?

Se lleva considerando desde hace años que el arte está muerto, y hasta se ha montado un negocio con los epitafios, aunque los mismos que recitan tal letanía siguen haciendo  y vendiendo arte  entre gozos celestiales y apostólicos.

Aunque bien es cierto que ante tal agotamiento, este arte preapocalíptico, que así lo han bautizado con todos los honores, lo lucen con mayor esplendor y como mártir de un tiempo histórico que, si por una parte concluye, por otra da inicio a una nueva cosmovisión de luces, sonidos y retretes.

Así, entre dimes y diretes, la incorporación de la vida artística a la técnica ya es un hecho comprobable, y con ello miles de robots haciendo arte o lo que se entienda por arte en esos momentos.  Todo lo cual habría de ser incierto si sostenemos que todo creador crea sus propias reglas del juego y éstas las hace ilimitadas y ni siquiera al final de la obra pueden conocerse. Con lo que de ajustarse la nomenclatura técnica a esos patrones y condiciones, de orden y caos simultáneos, sí podría insertarse en la nueva conmoción artística. De lo contrario constituirán únicamente un funcionamiento chapucero de cilindros y pasteles.

No podría hablarse, entonces, de planteamientos previos que entrañasen un resultado final mecánico, pues lo que ha de dispararse es todo lo relativo a una hipótesis inicial que imponga en cada uno de sus pasos inéditas elecciones y decisiones, no imperando nunca el mandato programático que se obtenga de una reproducción automática, ya sea dirigida o maquinal.  Y sin mengua alguna de lo visual, cuyo predominio ha de ser total, incluso por encima de ideas, lógica y razón. Pues en lo visivo ya yace la idea, el pensamiento y la experiencia.

Dado que la pandemia ha alterado el medio en cierta medida, una de las opciones para aprovechar su transmutación en el arte es el ejercicio y práctica simultáneos de instalaciones en todo el mundo de binomios o trinomios de las distintas disciplinas artísticas en el ámbito urbano o en zonas naturales. La variabilidad de los desenlaces y soluciones es inimaginable, y en tanto en cuanto imposible de establecer predeterminadamente, las respuestas generarán un campo muy amplio de exploración y creatividad.

Claro que ya hay apuntes en esa dirección, pero todavía no son suficientes para significar conclusiones y puntos de partida sólidos, lo que no es impedimento en una era pospandémica de una aceleración en tal sentido, ya que lo primordial es que el espacio físico y artístico se vuelque  sobre el ciudadano, el peatón, el paseante, el caminante y lo envuelva en su abrazo.

Gregorio Vigil-Escalera

De las Asociaciones Internacional y Española de Críticos de Arte (AICA/AECA)