¿Cómo entender el arte de hoy?

Lo amorfo y el exceso de forma es lo que nos vincula plásticamente como espectadores al presente. Hemos engullido el pasado cultural y artístico desde distintas opciones y en infinidad de ocasiones se nos ha colado una indigestión. Pero, como señala Ortega, “el progreso exige, junto a no ser hoy lo que ayer se fue, la de conservar eso de ayer y acumularlo”.

Entonces, ¿cómo entender la actitud actual ante el arte de hoy? Hemos de partir, también en este caso, de lo que afirmaba Ortega respecto a eso de que “amar el pasado es congratularse de que efectivamente haya pasado”. Y, en ese sentido, el porqué de las reacciones y la sensibilidad del espectador de ahora no tiene otra certidumbre que el recuento de antecedentes, la revisión del pasado, la memoria histórica, la aprehensión de unas nociones estéticas, el conocimiento artístico, los hábitos habituales, etc.

Ese conjunto, abigarrado, integra una fuerza moduladora que enseña a mirar el contorno de una manera, manipularla después hasta convertirla en otras, recrearlas si cabe, formularlas de tal modo que se conviertan en signos de una sociedad en trepidante evolución. Se sacraliza y desacraliza en el mismo instante y al mismo ritmo. No hay mito que no tenga su visión contraria. La aceleración no descansa, los ciclos estilísticos son cada vez más cortos, su meta está en que con la globalización haya mayor velocidad y despegue.

Digamos aquello, ya repetido, de que todas las generaciones por el hecho de asomarse a su tiempo, a su presente, se replantean todo, la luz se vuelve sombra, sombra que no deja pasar más que otra forma de luz que sea distinta, más supuestamente acorde con la significación de esta época.

Por lo tanto, el arte de hoy tiene que estar combatiendo con los demonios de su pasado, la angustia de su momento, la incapacidad de su incomprensión, el elitismo de su conocimiento, la duda de su mercantilización y el gozo de ser lo único que provoca, sorprende, motiva, increpa, y al final refuta tanto como confirma, desmiente tanto como simula y atrae tanto como repele.

Gregorio Vigil-Escalera

Miembro de la Asociación Madrileña de Críticos de Arte (AMCA)