por Fco. Tomás M. (XII)
No existe una verdad absoluta. Posiblemente, existen tantas verdades como seres humanos pero no eso significa que no deba y quiera defender mi verdad frente a las verdades de otra persona. No quiero imponer mi forma de pensar a nadie pero tampoco quiero que nadie me obligue a adoptar la suya. Me gusta pelearme con la vida pero no me gusta discutir con nadie. A pesar de ello, cuando creo que alguien quiere “hacerme comulgar con ruedas de molino” intento demostrar “mi” verdad. No siempre se consigue convencer o ser convencido pero de la libertad individual nace la felicidad colectiva. No dejaré de expresar mi opinión ni variaré mi camino por mucho que alguien intente convencer de ello. Termino recordando que alguien, no especialmente amigo o admirado, me dijo: “lo que más admiro de ti es que nunca varías tu rumbo pase lo que pase”.
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De la azabache desembocadura de la desesperación nacen historias de esperanza. Del dolor más punzante e hiriente dicen que brotan bellos versos. Partiendo de las pérdidas de orientación existencial se emprender los caminos más sorprendentes y sugerentes. Es el lenguaje, el fruto del alma. Los estados de ánimo se resquebrajan para dejar salir palabras sinceras de desahogo, que buscan anhelantes un oído en el que anidar y encontrar consuelo. Mis palabras se funden en un crisol de dudas, incertidumbres, orfandad, ceguera y heridas. No puedo escribir lo que quiero sino lo que siento. Hoy, siento no poder entrelazar bellas historias ni nobles sentimientos. Soy lo que escribo porque escribo lo que siento,
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No hacen sonido al romperse pero los corazones se hacen añicos alguna vez en la vida, lo malo es cuando uno se acostumbra a secarse las lágrimas con la mano, respirar hondo y recomponer su corazón con los diminutos trozos que va recogiendo del suelo. Los corazones no son puzzles y no encajan con facilidad unas piezas con otras. No es sencillo encontrar qué parte de un trocito casa con otra y ésta con otra y así sucesivamente. Lleva su tiempo aunque uno quiera correr. Suele pasar que cuando uno avanza mucho debe deshacers lo tejido por errores en la confección como si del síndrome de Penélope se tratase. Tejer y destejer, pegar y despegar, hacer y deshacer, amar y desamar porque es el amor el único pegamento que se adhiere a los trocitos de un corazón destrozado para volver a darle su forma y volver a oír sus latidos. No recuerdo la última vez que me paré tranquilo a escuchar mis latidos ni el compás que ofrecieron a mi esperanza. Ahora no tengo tiempo ni de pararme a escuchar porque seguro que no oigo nada, ahora quiero pegar, pegar y pegar… sufro de un deseo incontrolable por encontrar las piezas y armar el corazón. Para qué?. Seguramente para volver a ver como cae y se hace añicos, porque no hacen sonido al romperé pero los corazones se hacen añicos más de un vez en la vida.(XII)