Volpini en Babilonia
Federico Volpini, hijo, pero no hijo mío, sino hijo del papá del mismo nombre, es el hermano pequeño de Jardiel Poncela, un tipo con un vistoso abanico de talentos (consúltese la Biblia) por más que haya gente que no quiere darse por enterada.
La gente tiene esas cosas. Soy su amigo desde hace más de veinte años, que no son nada, amigo invisible habría que decir, pues, Federico se deja ver poco, anda enredado y enredando con sus audiodramas, sus libros y sus gaitas, y no es dado a los actos sociales, las copas, ni las coñas. Es una pena, pero nadie es perfecto. Ni siquiera Nadie (Ulises). Ni, desde luego, Volpini, a quien no le gusta perder el tiempo, ni mucho menos matarlo, sino embarazarlo de continuo con proyectos y movidas. A veces me invento citas colectivas para poder verlo, pues que de particular a particular raramente encuentra el momento. Tiene el síndrome del jubilado, pero corregido y aumentado. El jubilado, al menos el jubilado de la radio y la televisión públicas, es alguien con la agenda siempre completa. De hecho, yo estoy deseando jubilarme para no tener tiempo para nada, pues ahora, de vez en cuando, me aburro, y no estoy ya para esos pasatiempos adolescentes. Federico ha hecho en la radio numerosos programas, ha participado en espacios legendarios como “Tiempos modernos”, ha dirigido papeles, ha viajado por esos mundos de Yahveh, ha escrito libros, ha ganado premios, ha estado al frente de Radio 3… les ahorro el currículum completo, pueden repasarlo en la Wikipedia, donde tiene página, como la tiene su padre, el famoso corresponsal de TVE. Ambos se quisieron y se quieren, que el amor verdadero no se extingue con la muerte, aunque el papá, corresponsal mítico, que se dice en el argot, respiraba periodismo y el hijo, tiene alergia al periodismo.
Hace más de quince años, Federico Volpini Sisó dejó la radio y desde entonces no se ha echado a dormir, es un tipo que duerme poco y maquina mucho, y aunque tiene tendencia a desplazarse a tiempos y espacios pasados, de Grecia a Babilonia, no se ha dejado coronar, ni con oros ni con los dichosos laureles que hacían envanecerse a los generales romanos. Hubo un tiempo, años ochenta, en que Eduardo Sotillos dirigió la radio pública. Fue un momento en que sonaron en Radio Nacional de España voces extraordinarias, como las de Luis del Olmo, Jesús Quintero, Andrés Aberasturi, Julio César Iglesias, Luis de Benito, Alejo García, Magín Revillo… una constelación de estrellas que no ha vuelto a repetirse en la radio pública, pero aquel invento, que se llamó radio total, tuvo su sombra, un fantasma que todavía sigue apareciéndose en algunas noches de luna llena en los pasillos de la Casa de la Radio. Arrebatado por la pasión de la actualidad, Sotillos liquidó los programas dramáticos, marca de la casa, lo que provocó la extinción natural de un cuadro de actores glorioso. Volpini no ha superado aquella catástrofe radiofónica, Sotillos ha reconocido su error y ambos se han echado unas risas como buenos colegas, pero con más penas que olvido.
Y como la vida sigue, hasta que se acaba, Volpini Sisó se ha hecho un nombre y un hombre escribiendo y dirigiendo audiodramas, a público abierto, en espacios como la Biblioteca Eugenio Trías del Retiro, un material fantástico que está en la Biblioteca de Babel que soñara Borges, o sea en Internet, en versión podcast y similares. Federico es un señor que odia a los periodistas (algo de freudiano tendrá todo esto), pero a mí me quiere. Será porque como periodista me tiene en poca cosa. Como amigo, si me viera más, me metería en su agenda de imprescindibles.
Original en elobrero.es
JUAN ANTONIO TIRADO
Juan Antonio Tirado, malagueño de la cosecha del 61, escribe en los periódicos desde antes de alcanzar la mayoría de edad, pero su vida profesional ha estado ligada especialmente a la radio y la televisión: primero en Radiocadena Española en Valladolid, y luego en Radio Nacional en Madrid. Desde 1998 forma parte de la plantilla de periodistas del programa de TVE “Informe Semanal”. Es autor de los libros “Lo tuyo no tiene nombre”, “Las noticias en el espejo” y “Siete caras de la Transición”. Aparte de la literatura, su afición más confesable es también una pasión: el Atlético de Madrid.