¡VIVAN LAS CAENAS!

Los recientes sondeos de intención de voto nos muestran a un Partido Popular que recupera buena parte de la estimación perdida entre la ciudadanía. La sorpresa ante datos de este calado ha sido general y no pequeña. Se buscan razones para tan insólita recuperación y la que se apunta con más fuerza es que el «caso Bárcenas» ha rebajado su interés y ya no provoca el rechazo de los posibles electores. Otras razones vendrían dadas por lo que José María Aznar llamó «la lluvia fina»: repetir las cosas hasta que el personal termine por concederles un buen margen de crédito. En esta estrategia estarían las afirmaciones gubernamentales de que estamos saliendo de la crisis y que la recuperación económica está a la vuelta de la esquina. Estas consignas no son nuevas y se remontan a Joseph Goebbels, ministro de propaganda de la Alemania hitleriana, que gustaba asegurar que «Una mentira mil veces repetida se transforma en verdad».

Pero dejando a un lado la fiabilidad del estudio demoscópico y los intereses en su difusión, para sumarse a la campaña de optimismo sin pruebas del Gobierno, si los datos se aproximan a la realidad y al sentir de los votantes, podría pensarse que estamos ante un nuevo «¡Vivan las caenas!»: el 11 de mayo de 1814 cientos de madrileños asaltaban las Cortes para celebrar el Real Decreto que acababa con la Constitución de 1812, La Pepa. Para rematar la faena, al igual que ya había ocurrido en Valencia, el gentío desenganchó los caballos que tiraban de la carroza del Fernando VII, El Deseado, para pasearlo como el torero que había dado muerte, con su estoque real, a las libertades conseguidas por el pueblo español en su lucha frente al invasor napoleónico, mientras que el Rey que conspiró para derrocar a su padre, en el Motín de Aranjuez, no mostró el más mínimo apoyo a los sublevados, mientras esperaba acontecimientos en su confinamiento de Valençay.

Los recortes brutales en Educación, Sanidad, Dependencia, investigación, sueldos de funcionarios y congelación de pensiones a jubilados, parece que van a encontrar un adecuado premio en las próximas citas electorales. Es más que evidente que la devaluación interna, que se ha concretado en una regresión socioeconómica sin precedentes, no ha logrado cumplir con los objetivos previstos: reducción del déficit, control de la deuda y reactivación de la economía para generar empleo. De todos  los sacrificios, el único elemento de la economía que ha sido beneficiado de forma incluso obscena, ha sido el sector bancario, con una ayuda ingente, a costa de la ciudadanía, que nunca se recuperará. Puede pensarse que frente a las medidas demoledoras del parco Estado de Bienestar que había en España y que lleva a cabo el Gobierno de MR, instalado en la cómoda mayoría absoluta del partido que lo sustenta, no hay propuesta alternativa, dado que el PSOE sigue instalado en el sentir ciudadano como el único culpable de la crisis, por la nefasta gestión de ZP. Pero si no se produce una reacción que impida que se siga aplicando la consigna opusdeista de «maza de acero en funda acolchada», al final de la legislatura no quedará ni un solo vestigio de prestaciones sociales ni derechos. Y aquí ocurrirá como pronostican diversos estudios para otras latitudes y que, además, no es una novedad: vuelve a repetirse que en todas las crisis del sistema, los ricos aumentan sus riquezas y los pobres sufren mayores privaciones y pierden buena parte de lo poco que tenían.