VISIONES MARIANAS

A las positivas cifras de la última EPA se han unido los datos provenientes de las antiguas oficinas del INEM con una buena nueva incontestable: el paro desciende; consecuencia inapelable de una reforma laboral que, a pesar de los descreídos, ha mostrado su eficacia, sin dejar en saco roto las invocaciones de la ministra Báñez para que la virgen del Rocío echara una mano. Con razones tan poderosas a nadie puede extrañar que el presidente del Gobierno se haya descolgando dándonos una visión que si no es la tierra prometida, se le parece bastante. Así, las merecidas vacaciones, por tan magno logro, serán relajadas y, por supuesto, muy bien merecidas (como para fumarse un puro tras otro y ver tranquilamente las retransmisiones de la pretemporada futbolística).

Para quien viere y oyere en la nación española, el jefe del Ejecutivo ha dejado un mensaje tan nítido como alentador: la crisis ha terminado; España asombra al mundo, crece más que nadie de su entorno y el «milagro español» vuelve a repetirse como no podía ser de otra forma de la mano de los que mejor saben de estas cosas: ellos. Sí, es cierto, hay todavía unos cuantos miles de españoles (millones) que se encuentran en una situación difícil ─algunos con la desagradable situación de no recibir ningún tipo de prestación─, pero la recuperación, solo desmentida por los aguafiestas y agoreros de siempre, va a permitir que en una negociación con los sindicatos mayoritarios y la patronal se alcance una solución imaginativa para aliviar las situaciones más preocupantes. Eso sí, será después de las sagradas vacaciones y por aquello que apuntara monseñor Escrivá de Balaguer: lo urgente puede esperar; lo muy urgente debe esperar. Se aproximan tiempos electorales y conviene maquillar cifras y enseñar zanahorias para que la ciudadanía vuelva a picar en el anzuelo. Pasados los eventos electorales, ya habrá tiempo de ajustar lo que sea necesario para que las cosas vuelvan a su sitio. Sanidad, Educación, protección social e investigación todavía admiten más recortes, antes de su demolición definitiva.

Sin embargo, a poco que se rasque en los números de la EPA o en los de las oficinas de empleo, nos señalan que uno de los factores principales en la disminución del paro es el descenso de la población activa, la salida de miles de individuos hacia la emigración y el desánimo absoluto en la búsqueda de trabajo. Por otra parte, el paro entre la juventud no decrece y desestacionalizados los datos, el paro ha vuelto a crecer en julio, rompiendo una tendencia de once meses. Y como un sarcasmo insultante hay que tomarse que un «empleo» de un solo día pueda contabilizarse como tal.

Lo que la verdad de los números no puede esconder es un permanente aumento de la desigualdad; la marcha acelerada hacia una sociedad dual con ricos cada vez más ricos y pobres en condiciones más precarias. La recuperación de la economía española es cierta en los datos macroeconómicos gracias, en buena parte , a las medidas (tardías) del BCE, pero es frustrante en cuanto al día a día  de las familias que ven disminuir su poder adquisitivo y aumentar la precariedad de sus empleos. Esta es una realidad palpable que no puede ser negada por las soflamas triunfalistas de los gobernantes.

Lo positivo de las «visiones marianas» sobre el momento actual de la sociedad española sería estupendo que se correspondiera con la realidad, pero el Ejecutivo que preside MR está instalado en la vieja consigna periodística de que la realidad no debe estropear un buen titular. El CIS, incluso, avanza un aumento en la ventaja del PP sobre el PSOE; todas las señales, por tanto, indican que el camino emprendido es el correcto. No obstante, la realidad es muy tozuda y algún día habrá que afrontar de cara la transformación de una economía incapaz de crear un mínimo de empleo de calidad, que muestra la puerta de salida a sus jóvenes más cualificados, que renuncia a la investigación y a las tecnologías donde se había destacado (renovables) y que dilapida de forma suicida las millonarias inversiones realizadas en Educación. El horizonte tan solo se vislumbra para un país de camareros mal pagados y temporales: Y guste o no, la redefinición de Estado, con unas fuerzas centrífugas (Cataluña, sobre todo) cada vez a mayor velocidad. Y todo esto junto a problemas nada desdeñables como la deuda pública o del déficit.

Ante el diagnóstico tan positivo que sobre la situación española nos da el presidente del Ejecutivo parece adecuado recordar la advertencia del doctor Louis Hubert Farabeuf cuando señalaba que «La buena salud es un estado precario que no presagia nada bueno».