VENCEDORES Y VENCIDOS Por Teófilo Ruiz

Terminado el espectáculo (lamentable) del debate sobre el estado de la nación, hay un primer dato revelador de la escasa estima que goza nuestra clase política entre la ciudadanía: un 3% fue la media del seguimiento televisivo, demostración de lo poco que se esperaba de este acontecimiento que, sin embargo, debería ser un mojón político de primera magnitud, junto a la discusión de los Presupuestos Generales de cada año.

No obstante, las cuestiones a examinar tenían tanta enjundia como gravedad: situación económica y corrupción política. Pero MR, atusada su barba de cigarrón con su loción matinal de cemento facial, se dispuso a librar un combate ganado de antemano: a sus dotes de buen parlamentario añadía un contrincante abrasado por su participación en un gobierno que había marcado la senda de los recortes que con tanto entusiasmo está siguiendo el actual Ejecutivo. El burladero de la herencia recibida, la repetición de propuestas económicas aplazadas y una composición de la figura para adornarse ante el toro de la corrupción masiva sirvieron para terminar de forma parecida al estrambote del soneto cervantino: miró al soslayo, fuese y no hubo nada.

Han bastado unas pocas horas para comprobar, una vez más, la capacidad de MR para no decir la verdad, aunque sea en sede parlamentaria: sus avances de mejoría de la situación económica han sido desmentidos por la Unión Europea que augura para este ejercicio más paro, mayor déficit y menor crecimiento. Por si no era suficiente con la ocultación de unos datos que necesariamente tenía que conocer, MR apuntó que su innombrable Bárcenas hacía tiempo que no pintaba nada en su partido. Pero la realidad ahora desvelada es que el también conocido como Luis el cabrón estaba a sueldo del PP hasta que saltó el escándalo de sus «ahorros» en Suiza. Es sorprendente una falta de respeto de este calibre al Congreso y a los ciudadanos en general, pero responde a una lógica que ha venido ejerciendo MR a lo largo de todo lo que va consumido de legislatura: a pesar de disponer de una mayoría absoluta apabullante ha huido del Parlamento como de la peste bubónica y ha utilizado el Decreto-ley para imponer con mano de hierro una política que ha empeorado una situación tan terrible que parecía imposible que se pudiera agravar. El otro «triunfo», el haber eludido  el rescate, no es cierto: se ha rescatado al sector bancario sin que los sacrificios consiguientes reviertan, en alguna medida, sobre la economía de los ciudadanos y el resto de decisiones presupuestarias están siendo examinadas con lupa por la Comisión y el Bundesbank, que insisten en la contumaz receta de los sacrificios como prioridad.

En la última representación del esperpento en  el que se ha convertido la actividad política de nuestro país hay un claro ganador que no es otro que MR y los intereses que representa y le apoyan. Y hay un claro perdedor que no es otro que la inmensa mayoría de la población, formada por millones de parados que no dejan  de aumentar y por una juventud que no ve más salida que la emigración y por el colectivo de los que tienen empleo y cada día lo ven más precario y amenazado por una legislación que busca la rentabilidad y competitividad de las empresas por el lado más inmediato: la bajada de salarios y la desregularización del mercado laboral, dejando a un lado la investigación y las nuevas tecnologías como soportes principales para competir en un mercado global.

Ante los miles de dramas familiares que se viven por el paro y los desahucios y la falta de respuesta efectiva de la clase política, es mucha la ciudadanía tocada por el desencanto y hasta la desesperación. Cierto que hasta ahora se cumplía lo escrito por Shakespeare en su Julio César : «cuando muere un mendigo no se ven cometas; a la muerte de un príncipe se inflaman los cielos». Pero todo apunta a un cambio sustancial con la actitud de algunos jueces y cientos de ciudadanos ante atropellos como los desahucios. Es el germen de una marea de solidaridad que puede obligar a una drástica rectificación del rumbo y que los vencidos de hoy puedan tener la recompensa del triunfo en un no demasiado lejano mañana.