Vamos a tratar de aclararlo más, aunque se quede más oscuro y correoso
Sabemos que la línea estética y la irredimible dignidad del arte siempre han de estar fundamentadas en la transgresión y rechazo de reglas, cánones, normas, convenciones, modas y categorías generales existentes, es decir, de cualquier intento de objetivización y, por lo tanto, de normalización.
Entonces, si es evidente de que ha llegado el tiempo de que no haya términos definitivos y sí multitud de contextualizaciones –ni el color es en realidad como es sino en función de su contexto-, es la oportunidad de recordar que lo artístico es un hecho singular y hasta un acontecimiento portentoso.
No obstante, en la actualidad se habla de que el mundo del arte está obsesionado con el poder, tanto como para que el auténtico quede cada día más oculto. Y algo hay de cierto debe de haber en ello cuando año tras año se repite la misma pregunta y es la misma historia: ¿quiénes son los diez, veinte o cien más poderosos en este ámbito? Por consiguiente, nos enfrascamos en reflexiones restringidas a intereses, implicaciones, actuaciones, celebraciones, que únicamente afectan a una parte del total, que en ocasiones incluso queda absolutamente huérfano.
Y otro aspecto a considerar es que si el arte es una experiencia que además de la insustituible contemplación –entendiendo que la misma engloba innumerables modalidades y hasta acciones y efectos- hace jugar al espectador un papel más activo, afirmar que también era necesario por cuanto serviría para superar una precisa y mera mirada que sólo coadyuvaba a suministrar un mayor afianzamiento de la burguesía en su nueva (sic) posición social, me parece una solemne estupidez.
Gregorio Vigil-Escalera
De las Asociaciones Internacional y Española de Críticos de Arte (AICA/AECA)