¿Usted va de copas con el arte?  ¡qué tipo más pesado!

Casi toda nuestra vida discurre por unos caminos que suelen estar bastante trillados. En unos casos compartimos vivencias que nos dejan en la indiferencia casi siempre y en otros acabamos de pelar tanto la pava por cuestiones rutinarias que por no guardar no guardan ni un pluscuamperfecto.

Pero el arte ha estado ahí desde siempre aglutinando saberes, historias, situaciones y visiones que revierten esa indiferencia en un sentido único y que nos aporta una plenitud en lo finito de nuestro horizonte. Nietzsche iba más lejos al afirmar su convencimiento en que el arte es la tarea suprema y la actividad propiamente metafísica de esta vida, por considerarlo el gran estimulante para vivir e inconcebible como algo carente de finalidad.

Ahora bien, si nos atenemos al arte de nuestra época, los discursos –que hay de y para todos los géneros- nos someten, a partir del famoso urinario de Marcel Duchamp, al paradigma de que todo vale –hasta la mierda, con perdón, enlatada-, de que los juicios y criterios son relativos, de que lo válido son fraseologías y semánticas, sean o no institucionales, que se elucubran para explicarlo y que son las que en definitiva lo convierten en pieza de mercado. Y todo aceptado, en la mayoría de las ocasiones, para no reconocer nuestra ignorancia ante un hermetismo indigerible.

Mas no es cierto que, dentro de este ámbito, tan desilusionante por momentos, la cotización, inflada por las tesis cabalísticas, sea la que determine lo que es mejor y lo que es peor. Un mal ejemplo es el hecho de que la obra de Botero haya alcanzado precios desorbitados por la compra masiva efectuada en su día por Pablo Escobar, exjefe del cartel de Medellín. Simplemente es una anomalía que no debe inducirnos a una sobrevaloración o viceversa.

Lo que verdaderamente cuenta es la aportación, la sorpresa, la capacidad física y espiritual en que descansa la creación, la forma de suscitar reacciones, sentimientos y emociones, su fuerza y penetración. Que esté cerca, en resumidas cuentas, del prodigio que debería ser nuestro sentido práctico y estético de la vida, lo que no es fácil en estos tiempos que tienen de ignominiosos lo que no tienen de artísticos.

Gregorio Vigil-Escalera

De las Asociaciones Internacional y Española de Críticos de Arte (AICA/AECA)