Una nueva encrucijada

Comparado con la situación que estamos atravesando, cualquier otro asunto humano, político o social parece trivial e intrascendente. Una especie de plaga bíblica nos está asolando y, de repente, saltan todas las costuras que parecían sostener nuestro (ya se ha visto más que endeble) andamiaje moral y político.

En España, sin ir más lejos, los políticos de la oposición han visto una magnífica oportunidad para hacer leña del árbol caído. Los bulos y las viejas mentiras torticeras, de toda la vida, se han convertido en el día a día del debate mediático y político. Los medios de comunicación, tradicionales y nuevos, han sido llamados a filas para tomar posiciones en alguno de los bandos. El fantasma de la inevitable crisis económica que se avecina, por añadidura, ha agudizado el creciente desprestigio de nuestra clase política y periodística. Es una vuelta al sálvese quien pueda.

No obstante, no le cabe a nadie duda de que es el momento de cerrar filas, de aparcar el sempiterno duelo a garrotazos que viene siendo nuestra esfera pública en los últimos siglos. En este contexto, aún más, cabe preguntarse por qué resulta tan difícil defender lo que parece tan evidente. ¿Es tan complicado conjugar la búsqueda del bien común y el comportamiento solidario de nuestras élites políticas y periodísticas? ¿Esa polaridad radical de nuestro sistema de partidos es una suerte más de maldición bíblica, como la catástrofe sanitaria que estamos sufriendo? Así parecen verlo los ciudadanos que lo reflejan sistemáticamente en las encuestas del CIS.

Desde luego, observamos que no es así en otros países de nuestro entorno. En casi todas partes se ha aparcado el oportunismo dialéctico para más adelante y se ha producido un cierre de filas en torno al gobierno de turno. Aquí, sin embargo, la pandemia no ha hecho más que agudizar los conflictos latentes. Aunque no sabemos lo que va a pasar, en cualquier caso, sí somos conscientes de que este nueva encrucijada sería una magnífica oportunidad para cerrar esos conflictos, de una vez por todas. ¿Por qué no aclarar, ahora y de una vez, definitivamente el marco de competencias de cada órgano de la administración del Estado de las autonomías? Hay tantas cuestiones abiertas que la relación sería interminable y cada día tendrá su afán. Esto no se arregla en dos semanas. Un hecho que ahora nos parece obvio es que hay que recentralizar determinados aspectos de la gestión sanitaria. Las disfunciones han sido flagrantes y han costado -y están costando- muchas vidas. ¿Hay que reforzar con más recursos  los servicios públicos de salud o hay que proseguir la vía mixta o de privatización encubierta del sistema sanitario?

Es el momento, en definitiva, de abordar algunas de estas cuestiones que llevan décadas sobre la mesa y que, ya se ha visto, si no se resuelven definitivamente volverán una y otra vez a sacudir nuestras vidas.