UN CUATRIENIO NEGRO

En una demostración del más burdo cinismo, la versión grotesca de Casandra que es la ministra Báñez anunciaba que los pensionistas agradecerían la decisión del Gobierno de no revalorizar las pensiones, trasgrediendo lo acordado y enfatizado en el Parlamento como algo intocable. En definitiva, un acto más ―que no el último― de un programa oculto, pero macerado en los años de oposición para que el poder vuelva al lugar del que nunca debió salir: no nos equivoquemos; no se trata de retroceder hasta la larga noche de piedra del franquismo; ahora las intenciones son colocarnos en el siglo XIX, en los tiempos del fementido Fernando VII, pero con los señuelos y distracciones de la informática.

Para pasatiempo del personal se lanza un «hueso» como el caso de Díaz Ferrán, expresidente de la patronal, que pedía «trabajar más y cobrar menos» y al final ha devenido, presuntamente, en un sinvergüenza que ha intentado engañar de manera torpe a amigos y asalariados. Pero quien realmente se lleva la palma de las maniobras de entretenimiento es el ínclito ministro de Educación, Wert. A rebufo de sus propuestas irrealizables sobre el desmontaje de la inmersión lingüística en Cataluña, se incrementa el trato de favor hacia la enseñanza privada y de forma especial para los colegios católicos. Según sus propias palabras, a él la bronca «le pone», aunque no ha especificado hasta qué punto. Por su parte, la Conferencia Episcopal ya ha conseguido uno de sus trofeos más preciados: que se elimine la luciferina «Educación para la ciudadanía» y vuelva la clase de «Religión» (católica, por supuesto), con el empaque de valor académico. Estas cosas se hacen por la sencilla razón de que estaban en el programa electoral, pero en el susodicho documento estaban otras promesas que no se han cumplido como la creación de empleo, ni un euro para la banca o recuperación de la confianza para salir de la crisis. La economía, conducida, bajo la supervisión de MR, por un ejecutivo que se asemeja más a un tartamudeante portero de discoteca (De Guindos), evaluado por medios internacionales como el peor responsable de economía europeo, y por un hortera ―en su versión de dependiente de tienda madrileña― amenazante en los asuntos de Hacienda (Montoro), parece no encontrar la vía de salida en el laberinto en la que una orientación tan equivocada como dañina tiene embarrancada a la UE y, de manera especial, a España. Se liquidan medios de comunicación públicos (Telemadrid y Radiotelevisión valenciana) llevados al desastre económico y al descrédito social por unos dirigentes designados por el partido en el actual Gobierno. La guinda del despropósito la marca la decisión de acabar con los Paradores, emblema de la industria turística, la única que mantiene el tipo en esta devastadora crisis.

Alejandro Lerroux, «El emperador del Paralelo», encabezó los gobiernos de la II República que protagonizaron el «bienio negro», con el desmontaje de los mínimos avances sociales anteriores, y pusieron buena parte de las bases para el estallido de la Guerra Civil. Ahora, con esta democracia menguante, MR, provisto de su protectora máscara de o cigarrón y su látigo de peliqueiro, utiliza toda su retranca para, a base de Decretos-ley, despreciando de manera ostensible al Congreso y a sus diputados, para desmontar pieza a pieza los logros conseguidos tras la desaparición de la dictadura franquista: desmantelamiento de las garantías laborales; laminación de las cajas de ahorros para entregarlas a la Banca, apoyado en una mala gestión y una deuda desorbitada; entrega de la Sanidad (una de las mejores y más baratas del mundo) al sector privado; y, por supuesto, favores y privilegios a la Iglesia Católica y de manera especial a sus organizaciones más beligerantes, como Opus Dei o Legionarios de Cristo. Y además, y no de menor importancia, fomentando las tensiones nacionalistas que van en contra de su aireada idea de fortalecer España.

Todo lo anterior podría entenderse como la acción de dirigentes torpes y desmañados. No es así. No son Maquiavelo, pero parten del dato de que el desprestigio de la «política» les beneficia, al desmovilizar, por desencanto, a su oposición. Con este panorama, nos encontramos ante la amarga perspectiva de un «cuatrienio negro». Aunque al ritmo que va la contrarreforma encabezada por MR y su partido cabe preguntarse qué recortes más puede aguantar el traje social de este país.