Un cierre perimetral sin multas ni demasiados controles en la última normalidad de Madrid
Víctor Honorato/eldiario.es En el intercambiador de autobuses de Avenida de América, uno de los grandes nodos del transporte madrileño, un agente de policía intenta no perder la paciencia con un hombre que quiere volver a Zaragoza alegando que «la pura realidad» es que es de allí. «La pura realidad no es causa de fuerza mayor», acaba zanjando el funcionario, y el hombre se da por vencido: «Yo vengo por hacer las cosas bien. Siento molestarlos».
El viajero frustrado es José Aladrén, de 54 años, residente de hecho en Zaragoza, pero no en el padrón, donde sigue figurando como madrileño. El jueves vino a recoger «unos documentos» y no se enteró a tiempo del cierre perimetral de la capital. Ahora no sabe cómo demostrar que es aragonés, más allá de su apellido, y está preocupado porque no quiere abusar de la confianza del amigo que lo aloja. «En dos días no sé si coger la maleta y que sea lo que dios quiera», aventura.
El episodio no es la tónica general de un lunes normal en Madrid, y José se pregunta si el querer hacer las cosas bien le ha supuesto mayores problemas que agachar la cabeza y hacerse el despistado. Un paseo por la Terminal 4 del aeropuerto de Barajas podría confirmar su sospecha. A la cola de facturación llegan Laura y José, estos sí madrileños a todos los efectos, que vuelan a Dublín, donde trabajan como profesores. «No, no hemos pedido ningún papel», se encogen de hombros. Tampoco se lo han reclamado. Francisco Muñoz, directivo en una empresa de ascensores, también residente en Madrid, viaja «demasiado». Hoy vuela a Vigo, y no ha pasado por control alguno, más allá de mostrar su tarjeta de embarque, que es obligatoria para entrar en la terminal.
En los mostradores de facturación se forman colas puntuales, pero los pasajeros caminan sin los atascos, choques y ajetreo de antes de la pandemia. La señora Griffet, que ha estado de vacaciones una semana entre Madrid y Villanueva de la Cañada, regresa a Francia sin contratiempos documentales. «No he tenido ningún problema», cuenta. Lo mismo que Ardiel Jiménez, surfista canario que vuelve de Puerto Rico con su esposa, Rosana Camuy. La pareja viajó tras firmar una declaración de salud responsable, pero descartó alargar la escala en la península, visto que «esto se está complicando». A ellos no les afectaban las nuevas restricciones, puesto que Madrid no era ni origen ni destino de su trayecto.
El cierre perimetral está en vigor desde el viernes, pero el consejero de Justicia de la Comunidad, Enrique López, aseguró la semana pasada que no se multaría a quien se lo salte hasta que el Tribunal Superior de Justicia resuelva si se aplica o no la resolución de Sanidad que ha conducido al confinamiento de la capital y otras 10 ciudades de la región.
Un empleado de la estación de Chamartín, que comunica la capital con el norte del país, dice que la policía «no tiene orden» de intervenir. De haberla, tampoco tendrían demasiado trabajo. «Esto está muerto», confirma un vigilante de seguridad a las 10.00 horas, cerca de donde dos voluntarias de la ONG Aida montan un tenderete solidario con libros de segundo mano. Llevan haciéndolo dos veces al mes desde el desconfinamiento, en julio, y ya entonces notaron una bajada importante de viajeros que hoy se mantiene, según señala Maite López, responsable de la iniciativa.
En la otra gran estación de tren, Atocha, el discurrir de los viajeros en torno a las 14.00 recuerda al de un día normal en el área de Cercanías a la hora de comer. Junto a los andenes de Puerta de Atocha, de donde salen los convoyes de larga distancia al este y sur de la península, hay muchos menos viajeros. «Todo normal», afirma un policía de ronda.
Los datos de tráfico certifican que la mañana de este lunes fue muy parecida a cualquier otra. El número de vehículos que circularon por la M-30 fue un 4,4% menor que la semana pasada, pero en las vías urbanas interiores subió un escaso 0,1% y en las exteriores, un 2,1%, según el Ayuntamiento. El descenso es más acusado sí se compara con lo normal antes del coronavirus: entre el 16,3% y el 19,5% menos, dependiendo de la vía. En el metro, los desplazamientos subieron un 2% en la franja entre las 6.00 y las 10.00.
El uso del transporte público sí se redujo el fin de semana con respecto a la semana previa: el sábado, un 4%, y el domingo, un 6,3%, según la información recopilada por el consorcio de transportes. La caída fue mayor si se toma en consideración solamente el transporte interurbano. Los autobuses, un 9,7% el sábado y un 10,9% el domingo; y los trenes de cercanías, un 19,3% y un 21,8%, respectivamente.