TRUMP:EL TRIUNFO DE LA VOLUNTAD

Contra todos: los poderes económicos, los grandes medios de comunicación y figuras destacadas de su propio partido, Donald Trump se ha alzado con el triunfo en las elecciones a la presidencia de USA, con una diferencia estimable de votos electorales, pero con menos votos directos que su rival (193.657). Una peculiaridad del sistema electoral norteamericano que hace posible (dada la distribución) que pueda alcanzar el poder con menos votos que su contrincante.

La campaña electoral por la presidencia norteamericana a buen seguro que hubiera atraído la atención de  Leni Reifensthal, la autora del film (El triunfo de la voluntad) que plasmó el congreso del Partido Nazi celebrado en Núremberg (1934), haciendo que un personaje alejado de los cánones de la raza aria, con aspecto rozando el ridículo (bigote incluido) provocara el fervor de unas masas que creían en la promesa de un Reich milenario anunciado por el Führer, como solución a todos los problemas y motor de la recuperación de la dignidad nacional. Trump no habló de eliminación (judíos), pero prometió la expulsión de emigrantes ilegales (hay millones en USA), la construcción de un muro para aislarse de Méjico, menospreció a las mujeres, a los colectivos musulmán y afroamericano, anunció proteccionismo económico y rechazo a las relaciones con Cuba, Irán o no cumplir la firmado para el control del cambio climático. Todo un Trumpocalisis que suscitó el rechazo de importantes figuras de su propio partido. Sin embargo, un personaje tan estrambótico, con planteamientos tan primarios como irrealizables se ha alzado con el triunfo.

La decodificación del nuevo escenario político no es nada fácil. Parece cierto el planteamiento marxista de pivotar sobre una explicación económica, pero la situación es compleja y tiene diversos matices: masas de ciudadanos de clase media y trabajadores cualificados se han visto «proletarizados» por la tormenta perfecta que forman la revolución tecnológica y la nueva crisis del capitalismo financiero-especulativo. La opción de la inmensa mayoría de los afectados (en Europa y Estados Unidos) no es una iniciativa revolucionaria; la salida se dirige a una alternativa conservadora y reaccionaria, que no puede ocultar el miedo y el desamparo ante fenómenos tan agresivos para sus modos de vida como la emigración o la deslocalización empresarial, consecuencia de la economía global. Separados de la sociedad de consumo hedonista a la que pertenecían y se sentían integrados, la respuesta ha sido de rencor, de ir contra los que representan a esos poderes que han provocado su ruina. En esta ocasión, se ha votado más contra H. Clinton (representante de la casta dominante) que a favor de D. Trump (encarnación de un populismo reaccionario y angustiado). Como reverso de la imagen que ofrece una sociedad donde las nuevas tecnologías posibilitan todo tipo de servicios (y no siempre necesarios), con un consumismo impúdico y agresivo para el ecosistema, aparece una masa creciente de individuos que han quedado desconectados del proceso económico y se ven relegados socialmente. De aquí el rechazo al sistema y a sus élites dirigentes.

Simplificando, Estados Unidos se dispone a vivir un pulso de dudoso desenlace: por un lado la costa Este, representante del poder financiero (Wall Street), junto a la costa Oeste, abanderada del poder tecnológico, ubicado en Silicon Valley; enfrente, el resto del país, especialmente las zonas industriales más afectadas por el desmantelamiento empresarial suscitado por las prácticas de deslocalización. A las promesas electorales del ganador Trump hay que ponerles más de un punto de sal, por aquello de que una cosa es predicar y otra dar trigo.  No encontrará mucha resistencia para desmontar los logros (bastantes menos de los anunciados) por Obama, como la cobertura médica o una contrarreforma fiscal. Pero volver al aislamiento proteccionista, como el anuncio de ruptura de los acuerdos comerciales con Méjico, Canadá o el que se ha negociado con la Unión Europea son asuntos que no podrá llevar a la práctica por los muchos intereses que hay en juego y será su propio partido el que se lo impida. No obstante, de un personaje tan estrambótico como Trump puede esperarse cualquier cosa; el problema es que muchas decisiones que toma el gobierno norteamericano tienen el efecto de los terremotos: poblaciones alejadas del centro del movimiento telúrico también se ven afectadas y, a veces, con graves consecuencias.