Todavía no me he divorciado de la forma y el contenido
La vieja cuestión de la forma y el contenido se ha ido agostando en el transcurso de los últimos tiempos por haberse supuestamente determinado que ya era una formulación definida y liquidada. El gran Panofsky ya sentenció en su día su indisolubilidad, por cuanto “la luz y las sombras, los volúmenes y los planos, por delicados que sean como espectáculo visual, deben entenderse como algo que comporta un significado que sobrepasa lo visual.
Roa Bastos nos explica en sus “metaforismos” que cada obra crea su forma particular y se remite a que ya Víctor Hugo lo explicó con exacto saber: “La forma no es sino el fondo que remonta a la superficie”.
Es cierto que en la materia hay un ente que impulsa, que pone en marcha desarrollos a partir de sí misma. Aristóteles reconoce en la materia un seno maternal dispuesto a dar a luz, como un anhelo de la materia hacia la forma, pero, no obstante, es el sujeto, con el significado a cuestas, el que la hace hervir y le da forma.
Por lo tanto, el artista lo que hace es transformar los contenidos comunes en contenidos propios de su forma y de su significado implícito y explícito, con lo que llegamos al colofón de que inevitablemente cada forma tiene su contenido y que no puede haber ninguna obra de arte legítima sin un contenido verdadero.
Por eso, algunos autores, tal que Buchloh, consideran que una lectura formalista de una obra ni siquiera es capaz de identificar las consecuencias latentes (aunque obvias) de su apariencia formal y material.
En consecuencia, sin perjuicio de que esta disposición no esté de moda –este tópico de estar o no de actualidad nunca falta-, hay que recurrir, como lo hace Romero Brest, a estimar que la forma emerge de una intuición y una mente y no siempre quiere o puede ser personal. A veces siente la necesidad de expresar consciente o inconscientemente lo que está más allá de sus alcances como individuo y entra en el plano de la expresión impersonal.
El tema da para mucho más, pero ciñéndonos al asunto concreto, podemos delimitarlo en el hecho de que el arte imprime forma a la materia para satisfacer sus necesidades de expresión, que es lo mismo que decir sus contenidos.
Gregorio Vigil-Escalera
De las Asociaciones Internacional y Española de Críticos de Arte (AICA/AECA)