TIEMPO DE REBAJAS

Aún sin disiparse la nube de incienso hacia el nuevo rey y la sorpresa por las prisas del Ejecutivo para mantener a cubierto de cualquier reclamación judicial al monarca dimitido ─tal vez por temor a una denuncia del defensor de los elefantes o una demanda numerosa por paternidad no reconocida─ el gobierno de MR, en su versión más jocosa (la del ministro de Hacienda) ha anunciado una «reforma» fiscal que supondrá un apreciable sobrepeso en los bolsillos de los ciudadanos, al tiempo que aportará a la economía  un chute de adrenalina que se traducirá, lógicamente, en un crecimiento de ese bien tan preciado y escaso que es el empleo.

La razón esencial para tomar una medida tan sorprendente como la bajada de impuestos es que la economía de nuestro país, gracias a los sacrificios de todos y a la sabía dirección del gobierno de MR, ha recuperado el vigor perdido por los gravísimos errores de ZP, y ya puede responder a una de las grandes promesas electorales del PP: la bajada de impuestos para que los españoles tengamos más dinero que gastar y así aumentar el consumo, el crecimiento económico y el empleo (el círculo virtuoso del señor Montoro). Que la situación ha mejorado lo dicen, de forma meridiana, los datos macroeconómicos. Tan solo un pequeño detalle que puede ser utilizado de forma torticera por los agoreros de turno: las cosas van tan «bien» que para pagar la extra de las pensiones hay que echar mano de la hucha de la Seguridad Social, con unos cuantos miles de millones de euros (pelillos a la mar).

A pesar de que se ha iniciado el año con menos ingresos de los previstos en los Presupuestos Generales del Estado y la rebaja anunciada supondrá, de entrada, una nueva disminución de ingresos, el cumplimiento del objetivo de déficit no corre peligro, según el locuaz Montoro. En Bruselas, que insisten en una nueva subida del IVA, no ven con buenos ojos los planteamientos del gabinete de MR, pero es probable que miren hacia otro lado, para que el PP pueda conservar el poder y una vez pasadas las citas electorales será el momento y hora de que sueldos, pensiones, Sanidad, Educación o IVA sean modificados de forma adecuada.

Con displicencia, más que con firmeza, se ha rechazado que se trate de una simple rebaja con intenciones electorales; la modificación del IRPF solo responde a una nueva realidad, a un mejor momento económico. Dejando a un lado las opiniones encontradas, los propios inspectores de Hacienda han señalado que este recorte recaerá, como siempre, sobre las clases medias, cada vez en peor situación. Y para mayor abundamiento: esta «reforma», o lo que sea, no modifica en absoluto el mal de raíz del régimen fiscal español: a pesar de tener uno de los sistemas con los tipos impositivos más elevados de la UE, los ingresos fiscales están muy por debajo de la media comunitaria. El fraude, al que no se combate ni antes ni ahora, la maraña de bonificaciones para las grandes empresas, la nula tributación del patrimonio y las sociedad específicas y legales (SICAV) para la elusión fiscal configuran toda una muralla que se opone a la progresividad y que, de momento, permanece inatacable.

Decía Goebbels, el ministro de propaganda nazi, que para que la propaganda funcionara tenía que poseer dos cualidades: no debía parecer propaganda y debía ser entretenida; debía evitar ser aburrida a toda costa. El gobierno de MR no es capaz de enmascarar la propaganda tras los datos macroeconómicos que dicen que la situación ha mejorado; y es aburrido hasta el insulto cuando los aludidos son personas que junto a su empleo han perdido la posibilidad de alimentar de forma adecuada a sus propios hijos.