También Neruda se confesaba con lo que era y no era el artista
Hablamos de arte y de una verdad que no se deja desentrañar – ¿de qué serviría? -, de una realidad inconmensurable de la que no se puede prescindir si se quiere seguir en la vida del tiempo y del espacio. Neruda decía que “el artista –el poeta- que no sea realista va muerto”.
Y con ello no es que se incurriera en unos estrechos límites, en la configuración de unos significantes definidos y definitivos como presidios de varias entradas y una sola puerta de salida. Ni mucho menos. Porque, volviendo a Neruda, “el artista –el poeta- que sólo sea realista va muerto también”.
Entonces es preceptiva la significación de que el campo de operaciones estético merodea igualmente por otros derroteros, aunque, citando de nuevo a Neruda, “el artista –el poeta- que sea sólo irracional será entendido únicamente por su persona y por su amada, y esto es bastante triste”. Bien es verdad que esa irracionalidad nos concierne y nos penetra, testimonia lo impredecible y exalta la visión imperecedera, pero hasta cierto punto.
No obstante, nos negamos frecuentemente a ir o ver más allá, es preferible quedarse en el vano de lo empírico y racional para salvarse del susto y de algún que otro tormento, si bien sentencia Neruda, “el artista –el poeta- que sea sólo un racionalista será entendido hasta por los asnos, y esto es también sumamente triste”.
Por consiguiente, ya tenemos dibujadas las coordenadas del mapa artístico, ahora toca habitarlo, hacerlo vivo, darlo a conocer y que sea el faro más iluminado para promover la contemplación y la reflexión.
Gregorio Vigil-Escalera
De las Asociaciones Internacional y Española de Críticos de Arte (AICA/AECA)