Soy un artista gozoso con mi obra pero ustedes no podrán verla

La obra, por fin, ha llegado a su culminación, que creí definitiva aunque tal aserto siempre puede adolecer de cojeras imprevistas. Esto fue lo que dictaminó el primer experto que la contempló,  tachándola de personalista y artificiosa, además de sobrarle figuración y líneas. Ante ello, decidí, amedrentado, hacer caso de estas observaciones, hasta que un resultado que, después de darle muchas vueltas, presentaba otro envoltorio aun conservando su aura inicial identificable.

Sin embargo, el siguiente especialista, un marchante, que la tuvo ante sí, me recriminó su carencia de sentido por su falsa configuración a base de formas extrañas y composición desequilibrada. De nuevo, aturdido, me pongo a procesar estas variaciones hasta producir un nuevo objeto. Yo mismo no sabría calificarlo, lo que no fue óbice para que el tercer entendido, un galerista, estimase que encarnaba una fórmula de representación y visión no acorde con las actuales expectativas plásticas. Es que no daba una a derechas ni a izquierdas.

Otra vez termino por llevar a cabo tales especificaciones, ya desesperado y escéptico por lo que iba a quedar. Mas la visita inesperada de un crítico me dejó estupefacto, porque me dijo que tal cosa originaba sensaciones e impulsos que estaban fuera de lugar.

Me sentí derrotado y agotado, y aún así convine en borrar tales efectos, con lo que aquello parecía tal engendro como si fuese el fantasma de una noche con una mínima linterna a la que además se le estuviesen terminando las pilas. Lo cual no sólo no fue suficiente, sino que el siguiente investigador, un comisario de Bienales, le quitó al producto la entidad precisa por cuanto encerraba unos determinados signos y símbolos desatinados.

Tenía tal hartazgo al final que no me inhibí ni un pelo y procedí a despojar a la pieza de empastes, decoraciones, formas, coloridos, placeres, sufrimientos, accidentes, ready mades, cosas, ideas, propiedades, atributos y cualidades. Y, por lo tanto, finalmente es absolutamente cierto que soy el autor de la obra conceptual y visual perfecta: la que no se ve, ni siquiera se oye y menos se huele. ¿Quién es capaz de verla?  Desde luego, yo no y eso que todavía sigo mirando.

Gregorio Vigil-Escalera

De las Asociaciones Internacional y Española de Críticos de Arte (AICA/AECA)