Somos unos pobres ciegos
Pues si no hay visibilidad sin visión, lo cierto es que nuestra propia visión nos vuelve ciegos en ocasiones. Quizás una de las causas es que, como señalaba Adrian Stokes, las últimas creaciones ya no envuelven ni abrazan al espectador. La otredad vuelva a ganar la batalla del distanciamiento.
Y es que la obra de arte responde a una sensualidad espiritual que pone a su servicio todo el aparato técnico y se sirve de él en lugar de ser usada o utilizada por él (Jean-Luc Nancy). Así es como, según este autor, el arte nos proporciona la barandilla, nos sostiene, actúa de cortafuegos o antepecho, lo que nos protege y permite mantenernos al borde de un vacío desbordante.
No por ello hay que negar que entre arte y técnica hay una interacción constante, y no en vano toda manifestación artística pone en juego una serie de dispositivos operativos, los que, sin embargo, no poseen el poder de escrutar el mundo buscando imágenes poderosas conforme a la potencia y cualidad propias de la imaginación creativa.
No obstante, se evidencia en este momento una incapacidad para dar forma a valores espirituales (André Malraux), aunque el artista siga empeñado en la creación de nuevas formas, en trazar inéditas líneas de energía que se ajusten a las exigencias plásticas. Se olvida de que lo importante es que el mundo, la realidad, el pensamiento, han de transmitirse espiritualmente de otro modo y lograr que cada forma y contenido tengan un rostro, una fisonomía (Jeróme Lêbre). Sólo excepcionalmente está siendo así.
Si es que es cierto que los artistas han afrontado continuamente la decepción, la frustración, la impotencia y la herida de una sensibilidad dañada, desajustada, deteriorada (Jean-Luc Nancy), pero no es menos cierto que acaso haya de iniciar un nuevo impulso en la dirección opuesta y un empeño por la consecución de sincretismos, simbiosis y hallazgos desconocidos hasta ahora, sin que con ello se corra el peligro de una reducción estética circunscrita a la figura y el semblante humanos, tal como enfatizan algunos estudiosos, convencidos de que con ese alejamiento conceptual de estas premisas se ha pasado al antihumanismo presente.
Entonces, ¿esta situación coetánea es porque se carece de un absoluto, de que todo es relativo, de que los horizontes aparecen múltiples y cambiantes? Pues sí y no, ya que al arte le corresponde exceder toda significación, dado que su espíritu se muestra en la multiplicidad irreductible de un cuerpo que nunca está solo.
Gregorio Vigil-Escalera
De las Asociaciones Internacional y Española de Críticos de Arte (AICA/AECA)