¿SÓLO HAY ARTE EN EL ARTE CONTEMPORÁNEO?
La génesis del arte contemporáneo contenía y sigue conteniendo una expresa declaración de principios, como es la de excluir toda manifestación artística que no se correspondiese con su época.
Sin embargo, para Malraux, el arte es de todo tiempo, aunque, hay que reconocerlo, este último –el contemporáneo- ha dejado de buscar la sintaxis visual para concretarse en un conceptualismo abstruso o también en lo efímero de la moda.
Asimismo, Herbert Read, partidario de un historicismo ahistórico, incide en tal enfoque, pues son los mismos fenómenos fundamentales los que confieren a una obra de arte su valor artístico. Fenómenos que rompen nuestros hábitos visuales ahora, también antes y mañana.
La conclusión nos lleva a establecer que la misma expectación nos puede causar una obra contemporánea que una obra renacentista, expresionista o abstracta, incluso más estas últimas porque de su tratamiento y mensaje se desprende una significación de mayor entidad y tan vigente como la primera.
En consecuencia, es necesaria en cierta medida la recuperación del sentido del arte utilizando el arma de la imaginación para la determinación de la imagen, para la elaboración de la representación, para pensar la forma. Y lo que no se puede hacer es hacer desaparecer el ingrediente fantástico, que es lo que está sucediendo actualmente, despojándole de ese carácter fundamental y núcleo decisivo de su constitución (una obra como “El jardín de las delicias” de El Bosco no es que esté plenamente vigente, sino que vale por casi toda la producción del arte contemporáneo que hemos llegado a conocer).
El aspecto de no ser ya sino un mero suceder (Chantal Maillard) implica que la mayoría de todo el cuerpo teórico de este momento base exclusivamente su pensamiento sobre el arte como una cuestión del transcurso del tiempo, imponiendo a la mirada que únicamente aprecie todas las muestras artísticas que corran en paralelo a su propia existencia individual, las de atrás están muertas y enterradas.
En fin, un nuevo dogmatismo pasajero que no tiene en cuenta que lo importante es que el arte, sea de la época que sea, no deje de considerarse como tal por el mero hecho de un etiquetamiento filosófico-temporal y porque ya sea historia, tal que si ésta no estuviese aconteciendo cada día. Lo cierto es que todo lo que entendemos como arte –y no hay necesidad de enroscarse acerca de los matices de la definición– es un auténtico y trascendental soporte para que todas las miradas receptoras confluyan en lo que de sustancial aportación tiene para la cultura e historia universales, en lo relativo a una realidad de ayer, de hoy y de mañana.
Gregorio Vigil-Escalera
De las Asociaciones AICA/AECA