Siempre acabo en el cementerio

El romántico Wackenroder sentía el arte como un fruto seductor, prohibido. “Quien ha gustado de una vez su jugo más íntimo y dulce, está perdido irremediablemente para el mundo activo, para el mundo vivo”. Y Tieck nos dijo que con frecuencia tenemos la utopía a punto de pisarla con los propios pies, pero miramos por encima de ella con nuestro telescopio.

¿Se puede considerar entonces que el arte es depositario de una realidad esencial para un desarrollo armónico de la sociedad contemporánea (Gillo Dorfles) pese a que sea gracias a un telescopio que no sabemos usar?

Después de tantos siglos de historia es indiscutible que la creación del arte ha sido determinante para la existencia del hombre, aunque el progreso de la sociedad de armonioso solamente haya tenido el título de una narración ciega de un confinado cojo y manco refugiado en los suburbios.

¿Armónico?, cuando nos atacan cuanto más las miles de cosas de la sociedad y actividad del hombre, las cuales nos persiguen y distraen sin alma y sin amor, exclamaba Höderlin en su día.

Sin embargo, lo desacorde y contradictorio de un mundo con vocación aniquiladora (muerte, absurdo, ausencia, vacío, oscuridad) no ha podido con la libertad de la voluntad del artista (en el fondo cada hombre vive en su voluntad, según Novalis y Schopenhauer), más amplia que la del pensamiento. Por eso, la visión antropomórfica y humanista del hombre libre tiende  -eso sí, con muchas dificultades- a la universalidad, y así la nota expansiva de la forma la convierte de signo de una cosmovisión individual en el signo de una cosmovisión universal (Romero Brest).

No obstante, aunque el juego del arte anima al hombre a jugar con todas sus fuerzas, con la razón, el sentimiento, la imaginación, el recuerdo y la esperanza (Schiller), el desarrollo armónico brilla por su ausencia, y algunas cosas permanecen perdidas en la noche (Eichendorff), incluso a veces los hombres pueden estar ya muertos sin notarlo, aseguraba Fichte, y entonces, tal como empezaba sus clases, piensen señores en la pared y luego piensen en sí mismos como distintos de la mirada en la pared.

Gregorio Vigil-Escalera

De las Asociaciones Internacional y Española de Críticos de Arte (AICA/AECA)