SI MONSEÑOR ESCRIVÁ LEVANTARA LA CABEZA. Teófilo Ruiz
Ese «mensajero de desgracias» en que se ha convertido el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, ha revelado, al presentar para el 2013 unos PGE tan bien intencionados como dudosos, que la deuda pública de España alcanzará el 90% del PIB motivado, especialmente, por las ayudas a la Banca. El test al que ha sido sometido el sector financiero español, difícilmente superable por buena parte de la banca europea, ha dejado al descubierto unas necesidades que, una vez efectuado el ajuste fino, pueden rondar los 50 mil millones de euros. La parte intervenida del sector bancario, en su mayoría cajas de ahorros, es la que requiere la porción más considerable de la ayuda, como consecuencia de una gestión entre irresponsable y delictiva. Sin embargo, los autores del desastre que este agujero supone para las cuentas públicas no van a poner ni un euro; como mucho, se quedarán sin las indemnizaciones millonarias que alegremente se habían adjudicado. Esta catástrofe la pagaremos todos pues el Gobierno está más preocupado en resucitar el Tribunal de Orden Público, vía Audiencia Nacional, para meter en la cárcel a los manifestantes que expresaron su ira ante el Congreso de los Diputados, que llevar ante la Justicia a los que han provocado un quebranto tan duro para las arcas públicas: la protesta por la crisis socioeconómica que pesa sobre el país es considerada como un atentado contra el Estado; de la hecatombe de la Banca debemos ser culpables todos (excepto los gestores), dado que la argamasa para tapar el agujero saldrá de los bolsillos de los ciudadanos de a pié. Para colmo, la recapitalización por medio de fondos europeos no saldrá gratis: va a aumentar la deuda pública y no impedirá una destrucción considerable de empleo en el sector bancario. Por el contrario, con la excusa del «saneamiento» y las fusiones desaparecerán sucursales y los consiguientes puestos de trabajo.
En la lista de entidades financieras que suspenden el test, sorprende la presencia del Banco Popular, hasta no hace mucho considerado por prestigiosas publicaciones como uno de los bancos mejor gestionados del mundo. El Popular quedó bajo control de miembros del Opus Dei con la llegada de Millet Maristany a su presidencia y asegurada con los hermanos Valls Taberner ( Luis y Javier), a los que ha sucedido Ángel Ron. Jamás el Popular se embarcó en aventuras descabelladas, como la mayoría del sector bancario español. Un folleto informativo daba las claves del éxito. «Las personas de la alta dirección no fueron cambiadas, la organización fue la misma». Aunque el Popular ha anunciado que no recurrirá al dinero público para cubrir unas exigencias de 3000 millones de euros, cabe preguntarse por los motivos del desfase. Es claro que no lo van a lanzar a los cuatro vientos, pero alguna explicación debe de tener. El Opus Dei, por medio de las numerosas entidades que controla, ha salido en más de una ocasión en ayuda de las finanzas del Vaticano, como en la crisis del Instituto para Obras de Religión (IOR): la Santa Sede tuvo que desembolsar unos 400 millones de dólares como socio del banco Ambrosiano, ligado a intereses de la Mafia, y declarado en quiebra por una mala gestión. El Opus Dei puso dinero para socorrer a las maltrechas finanzas vaticanas, pero no logró desplazar al cardenal Marcinkus, responsable de no pocos desaguisados financieros de la Iglesia. Ahora, en el proceso que se sigue contra el exmayordomo del Papa, ha aparecido un dato que nos avisa de que las finanzas vaticanas no deben andar muy boyantes: un cheque de 100 mil euros, regalado a Benedicto XVI por la Universidad Católica de Murcia, controlada por los «kikos», hermanos en Cristo del Opus Dei, pero competidores en la búsqueda de influencias en el Vaticano.
Si monseñor Escrivá de Balaguer levantara la cabeza descargaría su «santa ira»― conocido su mal carácter― contra unos «hijos» que han roto con el severo mandato de la «discreción» tan alabada en CAMINO, su obra más celebrada, al poner al Banco Popular en entredicho. A la dirección del BP tal vez le recordara Escrivá de Balaguer lo señalado en el punto 370 de C.: «Si no eres malo y lo pareces, eres tonto.― Y esa tontería ― piedra de escándalo ― es peor que la maldad».