Se me olvidaba que hay un arte asiático
Siempre ha habido un enorme distanciamiento entre el arte asiático y el occidental, paralelo al existente entre dos mundos que han discurrido por derroteros históricos, culturales, políticos, sociales y económicos absolutamente dispares. Únicamente hubo similitudes en lo peor de una humanidad desquiciada y endemoniada: conflictos bélicos, revoluciones, violencia, represión, hambrunas, matanzas, etc., que en parte fueron factores que motivaron una revisión estética –la supervivencia del arte, ¡cómo no!- a partir de los años 70 del siglo XX, especialmente en Japón, China, Corea, India, la que entonces, a partir tanto de un nexo tradicional como de un vínculo original y precedente, sería la que revitalizase la creación sobre la base de otras premisas más en orden a lo contemporáneo y experimental.
No cabe duda que el avance globalizador y tecnológico, más la difusión de las comunicaciones, así como cierto tutelaje y proteccionismo norteamericano al mismo tiempo que la exploración de ámbitos de investigación compartidos, hicieron que las corrientes nacidas en esos territorios abarcasen, con otros enfoques, similares movimientos y tendencias artísticas.
Y que de ahí se pasase en los momentos actuales a una proyección y lanzamiento planetarios, con una fuerte incidencia a nivel de mercados, exposiciones, Bienales, subastas, colecciones, incluso museos. Sin que ello, no obstante, fuese óbice para que muchas de estas manifestaciones nos cojan todavía desprevenidos y con los ojos tontos, pues seguimos sosteniendo conceptos muy enlazados con lo visual existente en nuestros predios, que es verdad que cada día se nos quedan más pequeños.
Gregorio Vigil-Escalera
De las Asociaciones Internacional y Española de Críticos de Arte (AICA/AECA)