Sanidad y la Comunidad de Madrid se enfrentan a la dificultad de rebajar los contagios en la región sin recurrir al confinamiento

Belén Remacha/eldiario.es Tras Aragón y Catalunya durante julio y agosto, la Comunidad de Madrid se ha convertido en este comienzo de septiembre en la zona de España que más datos alarmantes sobre la pandemia de coronavirus comunica. Sus cifras de incidencia –el número de habitantes que dan positivo por cada 100.000– duplican la media española; y su ocupación hospitalaria de pacientes COVID-19 es la mayor del país. Este verano se han determinado confinamientos perimetrales, es decir, acordonamientos de zonas de las que no se puede entrar ni salir, en municipios como Aranda de Duero (Burgos) y en comarcas como el Segrià (Lleida). Pero el ministro Salvador Illa descartaba el jueves una medida así en la capital y su región. El técnico del Ministerio de Sanidad, Fernando Simón, también insistía en que el Gobierno que dirige Isabel Díaz Ayuso buscaría acciones «alternativas».

La idiosincrasia de la Comunidad de Madrid, alta densidad de población y movimiento continuo de personas por motivos laborales y sociales, estimula la transmisión a la vez que hace difícil la viabilidad de medidas de confinamiento perimetral. Lo que anunciaba este viernes la Consejería de Sanidad de Díaz Ayuso eran medidas dentro de lo que se está llamando durante la pandemia «distanciamiento social». Han consistido principalmente en que a partir del lunes se reducirán los aforos en bodas, velatorios y en todo tipo de celebraciones y se limitarán las reuniones en el ámbito privado a no más de 10 personas.

Las decisiones sobre movilidad que implicarían el cierre de una comunidad autónoma, o de gran parte de ella, además de requerir permiso judicial en ningún caso serían, recordaba Simón, «unilaterales». Tendrían que estar consensuadas entre Gobierno regional y Ministerio, algo que además podría suponer un nuevo tira y afloja político. Por ahora, ninguna de las dos partes parece a favor de llevarlo a cabo. Algunos especialistas tampoco lo ven una solución mágica. Pere Godoy, presidente de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE), ve muy complicado hacerlo sobre una capital –ocurriría algo parecido en Barcelona– con ese nivel de transporte urbano, movilidad y densidad, además en un mes, septiembre, en el que se reactiva gran parte de la actividad económica suspendida durante los meses de verano.

Lo que cree el presidente de la SEE es que en Madrid hay ahora mismo un objetivo más urgente y realista: «Reducir al máximo los contactos sociales. Perimetrar una zona sirve de poco si dentro de esa zona no se reducen los contactos sociales y se reduce la transmisión. Es ahora mismo lo más prioritario. Restricciones en el transporte, en grupos en bares, en la actividad hostelera, sobre las actividades de algunas empresas… se tiene que ir graduando, porque son medidas duras y complicadas que traen también muchas consecuencias». Un paquete de decisiones que a simple vista parece poco compatible con abrir los colegios la semana que viene, como está previsto. Aunque Godoy, como otros epidemiólogos, opina que es una urgencia social que los niños y niñas vuelvan a clases así que, salvo retrasos del comienzo de curso puntuales en zonas de mucho riesgo, cerrarlos «debería ser el último recurso, y mientras poner mucho esfuerzo en minimizar riesgos».

Godoy es, además de presidente de la SEE, jefe de vigilancia epidemiológica de Lleida. Allí, como en Aragón, han logrado que la incidencia primero se estabilizara y luego descendiera después de la crisis que vivieron a principios de verano, tras la llegada de temporeros con muy malas condiciones laborales y habitacionales que causaron contagios exponenciales. Fue sin llegar al confinamiento domiciliario y acordonando la zona, pero no solo: «Eso ha podido tener cierta utilidad para que no haya dispersión del virus. Pero la reducción dentro de El Segrià, la comarca más afectada, se ha conseguido con un trabajo muy intenso y que ha llevado mucho tiempo. Con estudios de contactos, con cribados muy amplios, reduciendo los contactos sociales, la actividad hostelera, todas las fiestas del verano, activando el sistema de PCR en Atención Primaria y consiguiendo que la gente se aísle…». Así que avisa a población y administraciones: «Que se olviden de que la transmisión actual en Madrid se va a conseguir controlar de hoy para mañana. Va a llevar mucho trabajo, muy intenso y durante mucho tiempo».

El «efecto centrífugo» de Madrid

El problema de Madrid es también con sus territorios limítrofes. Este miércoles, los consejeros de Castilla y León, Castilla-La Mancha, Madrid y el ministro Illase reunieron para tratar de coordinarse y ver cómo evitar que la incidencia de la capital acabe salpicando a las otras dos regiones. El presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, llegó a calificar a la capital de «bomba vírica». Fernando Simón señalaba el jueves que efectivamente la transmisión de Madrid les preocupa y «sus características particulares» generan «inquietud» entre sus equipos. Pero también que «el movimiento de personas es recíproco». Aunque sí hay riesgo de cierto «efecto centrífugo» desde Madrid a su alrededor por tener más incidencia, «en semanas esto puede cambiar», llamando a la comprensión entre territorios.

Ese «efecto centrífugo» ocurrió seguramente ya durante la primera ola. El coronavirus golpeó primero y más fuerte a la capital, como a otras grandes ciudades del mundo. La incidencia luego fue igualmente muy alta en Segovia, Toledo, Cuenca, Soria o Guadalajara, como revelaba el estudio de seroprevalencia, y muchos epidemiólogos explican que se produjo por cierta expansividad desde Madrid. Daniel López Acuña, exdirector de Acción Sanitaria de la OMS y profesor de la Escuela Andaluza de Salud Pública, señala que la lectura fue que «el trasiego intenso de personas» antes del confinamiento provocó lo que él denomina «un efecto de difusión osmótica», es decir, desde un foco con mucha incidencia, el virus se fue esparciendo. Es difícil cerciorar que eso esté ocurriendo de nuevo, pero las administraciones de Valladolid y Salamanca se han adelantado devolviendo a esas ciudades a algo equiparable a la fase 1 de la desescalada, «justo lo que debería hacer Madrid», en palabras de López Acuña.

Pere Godoy sostiene ante esto que estamos en situación de ser «solidarios» entre comunidades. «Evitar la importación de contactos es conveniente. Pero también tenemos que valorar, al pedir confinamientos de zonas, que eso puede perjudicar mucho a un territorio y lo va a someter a mucho estrés social, y todo lo que eso supone», sigue. Para él hay que hacer un planteamiento en positivo: si el confinamiento de Madrid es difícil, las demás regiones deben reforzar toda su red de búsqueda de contactos de la red sanitaria, pero esa es una estrategia de la que se van a beneficiar ambos. Al final, lamenta, «todo es mucho más complicado que confinar un territorio».