Recordando a W.G. Sebald

14 de diciembre de 2001. Viernes por la noche. El escritor alemán W. G. Sebald viaja junto a su hija por una carretera comarcal de Norwich, Inglaterra.Un camión se cruza en el camino del prosista y profesor germano, que vive en Gran Bretaña, hastiado de hacerlo en su patria alemana. Sebald no resiste el choque con el vehículo contrario y muere en el acto. Su hija resulta herida.

Acababa así, a los cincuenta y siete años, la singladura vital y literaria de un autor que había comenzado a escribir ficciones solo doce años antes. Tiempo, en todo caso, suficiente para dejar un cuarteto novelesco de notable alcance: Vértigo, Los emigrados, Los anillos de Saturno y Austerlitz. Libros todos ellos escritos en su voluntario refugio británico y utilizando siempre el alemán como vehículo expresivo.

La condición del emigrado, del apátrida, está en el centro de gravitación de su orbe narrativo. Sus páginas están cruzadas por individuos perdidos en lugares remotos y ajenos, en donde no existe otro anclaje que la memoria y la lengua, los últimos reductos de la personalidad, los que a la postre pueden evitar el naufragio. La escritura de Sebald remite a una mescolanza de géneros, una mixtura que concuerda con su obsesión por el mestizaje. Entre la realidad y la invención hay apenas un paso, con frecuencia no delimitable. La autobiografía preside todo su empeño narrativo, pero el narrador no se cuenta de modo primordial a sí mismo, no es notario de sus miedos, frustraciones y peripecias vitales, sino que escoge el papel neutro del hombre que ve y narra, del entomólogo preocupado por el detalle, la menudencia, la fidelidad a los hechos. Y, por encima de cualquier otra contingencia, asoma el intelectual penetrante, el observador interesado por llegar a la raíz de las cosas. Así, su breve pero intenso ciclo de escritor supone un apasionado ejercicio de inteligencia, lo que le entronca con autores clásicos del siglo XX como Marcel Proust o Franz Kafka. Claro que en su compleja escritura es posible rastrear otras influencias o secretas concomitancias como las de Thomas Bhernard, Robert Walser, Peter Handke, Claudio Magris o Coetzee.

Por lo demás, su escritura destila un humor sutil, de difícil apreciación al primer golpe de vista, una mirada irónica, pero benevolente, un gusto por la experiencia ambulante y la divagación viajera. Todo ello salpimentado de una inexcusable intención elegiaca.

El optimismo no está entre los principios rectores de Sebald, quien poco antes de matarse en la carretera decía en una entrevista: “Es definitivamente posible que la sintaxis y la gramática desaparezcan y el idioma se convierta en algo gesticulante. Si leo a Voltaire o autores alemanes del siglo XVIII, tengo la impresión de que la hipotaxis idiomática, la dependencia de una proposición de la otra, estaba mucho más desarrollada que en la actualidad. Si usted lee detalladamente la prosa contemporánea, también de literatos serios, se dará cuenta de que con frecuencia algo falla en la sintaxis”. En la misma entrevista, y en otro orden de cosas, señala Sebald: “Los muertos siempre me han interesado más que los vivos. Los cementerios me han atraído desde niño, y no creo que sea morbosidad. Lo que a mí me interesa es conocer de qué personas se trataba”.

Sebald fue un escritor que, como Albert Camus, murió en la carretera, aunque a diferencia del francés su vida no tuvo una vocación de mediodía azul y mediterráneo, sino más bien de anochecer neblinoso entre inglés y germánico.

Original en elobrero.es

Juan Antonio Tirado, malagueño de la cosecha del 61, escribe en los periódicos desde antes de alcanzar la mayoría de edad, pero su vida profesional ha estado ligada especialmente a la radio y la televisión: primero en Radiocadena Española en Valladolid, y luego en Radio Nacional en Madrid. Desde 1998 forma parte de la plantilla de periodistas del programa de TVE “Informe Semanal”. Es autor de los libros “Lo tuyo no tiene nombre”, “Las noticias en el espejo” y “Siete caras de la Transición”. Aparte de la literatura, su afición más confesable es también una pasión: el Atlético de Madrid.