Real Madrid Sociedad Limitada
El Real Madrid ya no es real, ni de Madrid, ni de sus socios y seguidores, ni debería registrarse como sociedad deportiva, el Real Madrid se ha transformado en el logotipo de una empresa mercantil que mueve cientos de millones de euros. Mientras otros equipos acumulan títulos y consolidan su prestigio en todo el mundo, los directivos blancos se contentan con encabezar todos los años la lista de clubs más ricos. Triste consuelo el de aquel que cambia el entusiasmo popular y las glorias futbolísticas por un plato de lentejas financieras.
No seré yo quien discuta la capacidad gestora de Florentino Pérez, demostrada en tantas operaciones empresariales, pero como presidente del Real Madrid deja mucho que desear. Florentino Pérez es un mago de los balances contables, un promotor inteligente de campañas publicitarias y un maestro preclaro del marketing internacional, pero tales virtudes no valen cuando la pelotita no entra entre los tres palos de la portería contraria. La megalomanía economicista de Pérez, tan fructífera en el planeta globalizado de los grandes números, ha calado profundamente en las estructuras del que fuera el mejor club del siglo XX, desvirtuando la finalidad para la que se creó el Real Madrid hace más de cien años.
La desfiguración de la entidad es de tal calibre que nadie sabe a qué juegan sus jugadores y con qué objetivos saltan al campo. Convertido en una franquicia de Pérez, hecho a imagen y semejanza de las compañías que encabeza, la institución se amolda a los caprichos del Jefe y cotiza en la bolsa de las vanidades exhibicionistas de los magnates del futbol. Con el paso de los años, Florentino Pérez se ha convertido en un personaje omnipresente. Apenas se le intuye, en muy pocas ocasiones se aparece en carne y hueso a sus fieles, pero nada se hace en Concha Espina sin que él lo apruebe.
Florentino Pérez dirige la sociedad, se desempeña como secretario técnico, colecciona entrenadores, contrata y despide a los jugadores, compone y descompone la plantilla a su antojo, impone en las alineaciones a las estrellas que atrapa en el mercado y planifica giras por los países emergentes que pueden aportar dividendos a sus inversiones. Envuelto en la bandera, encarga nuevos himnos y cambia los símbolos tradicionales por otros distintos, se relaciona perfectamente con los políticos de turno y se mueve con soltura en las turbulentas aguas del periodismo sin escrúpulos. En los días que toca, cuando el público se lo pide, vence su timidez y es muy capaz de bailar claqué en la pasarela o de sacarse un conejo de la chistera.
A lo largo de su mandato de ida y vuelta, sin una oposición que pueda reunir los avales económicos impuestos en su reforma electoral, Florentino se ha dejado en la cuneta una docena de entrenadores, decenas de jugadores de todas las especies balompédicas y más de mil millones de euros en fichajes deslumbrantes. El resultado final de tanto desbarajuste apenas ocupa una estantería en la Sala de Trofeos del Real Madrid. En el mismo periodo de tiempo, su rival secular ha tenido que ampliar su Museo de Copas nacionales y europeas. Comienza una temporada y Pérez volverá a estrenar entrenador, saldará cuentas con los jugadores que le han rechistado, intentará atrapar otro cometa en el firmamento de la competencia y empujará su viejo proyecto de convertir el Estadio de Chamartín en un parque temático del madridismo. Lo dicho: Real Madrid S.L.