Rafael Simancas, ese hombre

Escucho a Rafael Simancas en una entrevista radiofónica y al terminar no me cabe otra que preguntarme si ha dicho algo relevante. En quince minutos de conversación con el presentador algo se podrá decir para justificar su presencia en la radio, digo yo. Un titularcillo, un algo, un qué sé yo…

Nada. Porque de la nada nada se puede sacar.

Rafael Simancas es de esa clase de políticos cuyo único medio de vida es tener un cargo público. En este grupo selecto podemos incluir a Emiliano García-Page, Susana Díaz, Pablo Casado y, por supuesto, a IDA, la última en llegar al club. Cito a cuatro, pero evidentemente por el Congreso de los Diputados, Senado, parlamentos autonómicos, diputaciones y cabildos los hay a patadas.

Pero dejando a un lado esta realidad, lo verdaderamente llamativo es que un personaje como Simancas haya sido capaz de sobrevivir hasta el día de hoy en la política sin que nadie le haya cortado el paso. Y peor, sin que a él, por pura vergüenza torera, no se le ocurriera marcharse hace diecisiete años. Simancas  pertenece a ese grupo de indolentes a los que no se les quema la mano cuando se agarran a un clavo ardiendo, de los que voluntariamente pierden la memoria y de los que no quieren acordarse de la que liaron. Y vaya si la lio.

Por esas cosas que pasan en el PSOE madrileño, y que se traducen en una histórica y enquistada falta de proyecto, en 2000 un desconocido y gris concejal del Ayuntamiento de Madrid se hizo con la secretaria general de la antigua Federación Socialista Madrileña y, por ende, con la candidatura a la presidencia de la Comunidad. Era Rafael Simancas.

Esto da una idea de cómo estaban los socialistas madrileños. Desnortados. (Como hoy, por otra parte.)

Pero lo que son las cosas. Estaba llamado a romper el monopolio del PP en la Asamblea de Vallecas y, de hecho, lo consiguió. La unión de fuerzas con la Izquierda Unida de Fausto Fernández hacía posible que los socialistas volvieran a gobernar en Madrid. Error, grave error. Y un solo problema:  al frente de las negociaciones estaba Rafael Simancas. Como escribe Pedro Fernández Vicente en madridiario.eseste hombre quiso ser presidente de la Comunidad y no supo ni siquiera negociar con los de su partido. Su error, dijo que era culpa de los demás.”

Es cierto y apuntalo la tesis de Fernández Vicente: nunca reconocerá su incapacidad e incompetencia. Ni él ni su partido político. Ocurrido el “tamayazo” nadie en el PSOE evitó que repitiera como candidato a pesar de que todo el mundo sabía que su suerte estaba echada y que Esperanza Aguirre iba a arrasar en la repetición de las elecciones. El propio Simancas y la FSM quisieron mostrar en los carteles electorales a la víctima de una conspiración como gancho electoral. Bien lejos de la realidad.  Lo que se mostró fue un fracasado. Rafael Simancas solo fue víctima de si mismo, papel que sigue jugando hasta el día de hoy y sin que nadie en el PSOE se haya percatado de ello. O peor, que en el partido se sigan viendo obligados con él. Tanto es así que, sin interrupción ha sido premiado desde Ferraz con escaños en el Senado y el Congreso.  Hasta lo nombraron gestor del PSM tras la destitución de tomas Gómez. Ahora ejerce como secretario general del Grupo Parlamentario Socialista en la Carrera de San Jerónimo. Mucha silla para tan poco culo. Y menos cabeza.

Ha sido la entrevista en la radio la que me ha espoleado para recordar el papel de Simancas en la Comunidad de Madrid. Sé que es muy fácil adivinar el pasado, pero si su nadería no hubiera tenido la dimensión que tuvo, probablemente los madrileños nos habríamos ahorrado, al menos, una legislatura de Esperanza Aguirre.

Y tiene razón Pedro Fernández en su artículo al calificarlo de “político, de poca importancia”. Creo, sin embargo, que -producto de un acceso de ira y de “pero qué coño me estás diciendo Rafael”–  exagera al pedir que se le nombre persona non grata en Madrid y casi convocar  manifestaciones para echarlo de la Comunidad por afirmar que en “España hay tantos muertos porque existe Madrid “.

Estas son las cosas del Simancas irreflexivo, aturullado, de dudosa formación dialéctica y menor parlamentarismo. Con él como secretario general del Grupo Parlamentario Socialista cualquier día les sale otro Tamayo.

Simancas es ese hombre. El que dejó la Comunidad de Madrid en manos de Esperanza Aguirre y sus secuaces. Y en el PSOE no quieren acordarse.

 

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