¿Quién ha recomendado estos ejercicios espirituales para salvar el arte en una sociedad en crisis?
Estoy absolutamente agotado y al borde del abismo. ¿A quién se le han ocurrido estas medidas administrativas para la práctica de unos ejercicios espirituales para combatir la crisis y salvar el arte?
Durante cinco días consecutivos permanecí encerrado en la casilla de una consigna y al salir un amigo me disparó en un brazo. Para recuperarme, me introduje en el tórax dos terminales conductoras con el propósito de que me electrocutasen si hacían contacto. Me llamaba CHRIS BURDEN (Boston). Después pasé a nombrarme VITO ACCONCI (Nueva York) y me tumbé en el suelo de una galería y me masturbé durante ocho horas al día, convocando al público para que se fijase en mí y participase conmigo, fertilizando así el espacio del arte.
Ahora soy RUDOLF SCHWARZKOGLER (Viena) y me he autocastrado y arrojado por una ventana, porque me confundieron con HERMANN NITSCH (Viena) y su crucifixión de corderos destripados, sus baños de sangre y sus retozos entre entrañas y excrementos.
Ahí no acaba la cosa, ya que antes fui PIERO MANZONI (SONZINO) convirtiendo en obras de arte a las personas con sólo firmarles en su cuerpo o hacerlas esculturas cuando se colocaron encima de las dos pisadas de fieltro de un pedestal. Inventé también cuerpos de aire para absorber mi aliento (podía inflar un globo a doscientas liras por litro), llené frascos con mi sangre y embasé mi mierda en latas de treinta gramos.
Eso de que el cuerpo sea el eje fundamental de toda creación artística es extenuante aunque las posibilidades sean ilimitadas.
Quise ya parar pero no me dejaron. En el momento que usé el nombre de PETER WEIBEL (Odessa) conocí a VALIE EXPORT (Linz), que me llevaba por la calle sujeto con una soga y a gatas. Al final me hice cortes en la piel, en los que enterré mensajes secretos privados en papel, si bien lo peor fue las veces en que tenía que estar seis horas con la lengua pegada a un bloque de hormigón.
Para acabar, me transformé en MICHEL JOURNIAC (París) y celebré una misa en la que ofrecí a todos los asistentes mi propio cuerpo a través de la comunión con hostias cocinadas con mi sangre.
Según la crítica Anna Guasch, estas acciones, perfomances, ritos y ceremoniales de los artistas corporales inciden mayoritariamente en los aspectos profundos de la vida individual y colectiva, el sufrimiento físico y en las prácticas masoquistas o sadomasoquistas no exentas de un cierto misticismo, que hunde sus raíces en la redención humana a través del dolor y de la mortificación del cuerpo y en la plasmación artística de ésta en cruentos suplicios, martirios y muertes de santos, y en la pasión y crucifixión de Cristo.
Digo yo que habrá otras formas menos crueles y salvajes, pero aunque no las hubiese me declaro insumiso, acepto el placer carnal, dejo que mi alma se contamine y que se vaya todo al diablo.
Gregorio Vigil-Escalera
De las Asociaciones Internacional y Española de Críticos de Arte (AICA/AECA)