¿Qué pasa si creo la nada? Que no hay nada
La obra está acabada y ha sido ya completada. Ahora llega el momento de detenerse, contemplarla y encontrarle las fuentes de energía que se desprenden de ella. Pero la reflexión indica que éstas no son suficientes, que hay demasiados interrogantes que es necesario dirimir.
Despoja primeramente a lo realizado de todo ingrediente metafórico, simbólico, alegórico y representativo. No resiste la prueba, sin embargo. Hay que borrar después cualquier rastro antropomórfico, conceptual, tectónico, plástico, sensual, fantástico y espiritual. Incluso hasta el último indicio geométrico. Las dudas sobre lo que queda son vacilantes.
Otra opción es que no hay razón para llevarlo a cabo en fases, mejor todo al mismo tiempo si el efecto es más contundente. Así, finalmente, este desarrollo del proceso, una vez visualizado, sugerirá un discurso emblemático de una estética ontológica partidaria del ser como nada. O algo así. Lo cual constituiría una práctica artística que englobaría la antihistoria, la antifilosofía, la antipolítica, la antieconomía, a la anticultura, la antipsicología, etc. Va a ser increíble.
¿Conmovería al mercado del arte? ¿Se tomaría como un tránsito entre la muerte del mismo y –bendito ingenio el del artista- un nuevo renacimiento? ¿Cabe comenzar otra vez desde atrás? O, a la postre, ¿todas estas cuestiones están fuera de lugar y de contexto? Seguramente, mas es un festivo delirio el plantearlas, máxime sabiendo que el arte nunca se extinguirá por no alcanzar la perfección y nunca conseguirá –se lo reserva- cumplir las expectativas, siempre está a medio camino porque a lo mejor es materia y espíritu inmortal.
Gregorio Vigil-Escalera
De las Asociaciones Internacional y Española de Críticos de Arte (AICA/AECA)