Que no, que tú no comprendes a pesar de que entiendas

Ramón Gaya fue un hombre absolutamente singular y de él hay páginas inolvidables como las escritas en su libro “Naturalidad del Arte”. Inolvidables por el hecho de que constituyen un ataque feroz a la crítica y al entendedor de arte, tildándolos de basura artificial por su falta de comprensión de lo que es el arte creador, el cual produce criaturas, no productos; de que procede de una primaria y tiránica energía del hombre como especie pura, bruta; y que llega de ese mismo lugar profundo y oscuro del que viene el impulso religioso.

Por eso, la crítica no ha podido nunca dar, de verdad, con la obra de creación, porque es incapaz de encontrarse en relación y comunicación con ella. ¡Pero si es hasta propio del artista el que no le quede más remedio que reconocer que no hay más respuesta que la obra misma en su creación, la cual es una misteriosa realidad viva! Su obsesión frecuente del cómo le deja sin el qué, aunque para darse cuenta ya es demasiado tarde.

En conclusión, obra de arte y obra de creación jamás serán lo mismo. A la primera basta con entenderla, a la segunda ya hay que comprenderla, pues no se queda en un mero acontecimiento valioso, espectacular o decorativo.   

Lo cierto es que algunas críticas –añado yo por mi cuenta-, teorías, estudios, investigaciones, análisis, juicios, etc., son para echarles de comer aparte si lo enfocamos desde un plan muy fino, aunque, en grosero, son deposiciones pestilentes, incomprensibles del todo (empezando por lo que atañe al arte), pero de un hermetismo tan perfecto para mentir, falsear, figurar, fingir, que al final sustituyen –esa es otra- a la obra objeto, a la cosa, al ser y al no ser. Gaya, en parte, tenía toda la razón, y como tal hay que atribuírsela.

Gregorio Vigil-Escalera

De las Asociaciones Internacional y Española de Críticos de Arte (AICA/AECA)