¡Qué mierda más sana! ¡Está divina!

Vi el surtidor luminoso dentro de una burbuja y al principio la luz del fluido me parecía el de una divinidad que nos bendecía con sus propias heces, tal que una metáfora pringosa de la creación. Todos éramos espectadores de una especie de milagro entre el misterio y la metafísica.

Al acercarme más observé que una inscripción daba fe de que era una instalación –“Fuentedemierda”- del artista malagueño Luis Bisbe (1965) realizada en 2006 para el Centre d´Art Santa Mónica de Barcelona. Aunque todo entendimiento implica una interpretación, en este caso no hay que confundir tiempos o épocas.

No obstante, no fue una decepción, porque el creador también es un dios agazapado en tierra. Tampoco, dado que en el campo del arte lo insólito ya no es una conmoción, puesto que lo abyecto es el tropo más fecundado de los últimos ciclos. Pero sí constituyó tal chorro de aguas fecales una alegoría de lo que es el hombre y la sociedad actual en la que se mueve: una génesis de mierda desde su origen y una imberbe entelequia, de la que se vale el autor para transferirnos una interrogación sobre la condición humana, la estética y la realidad presente.

Seguramente si el aludido montaje nos permitiese ponernos debajo, ducharnos y frotarnos con ese líquido de propiedades curativas y premonitorias, nos podría sobrevenir un pensamiento indecente o precursor: si el material defecado es un tema del arte, la acción que lo origina y precede también lo es. Lo que sería algo a recordar cada día.

Y de este modo desembocamos en la frase de Fredric Jameson, la cual nos advierte de que así es como se produce “el regreso de la narrativa como narrativa del fin de las narrativas”. ¿O lo he entendido mal?

Gregorio Vigil-Escalera

De las Asociaciones Internacional y Española de Críticos de Arte (AICA/AECA)