QUE LA REALIDAD NO IMPIDA UN BUEN TITULAR
Era una frase, entre cínica y canalla, que circulaba por las redacciones de los medios de comunicación cuando el periodismo era todavía algo palpable; en realidad, hace muchos años. No se conocían las declaraciones por plasma, los comunicados oficiales e incontestables de los diferentes organismos del Estado, la negativa contumaz a responder por la mayoría de los responsables políticos ante cualquier asunto de interés para la ciudadanía o, rizando el rizo, las ruedas de prensa sin preguntas (oxímoron periodístico por excelencia).
Sin embargo, el ejecutivo presidido por MR ha decidido tomar sus medidas para que los medios de comunicación no contradigan la imagen que se quiere hacer llegar al público, aunque la realidad vaya por otros derroteros. Como medida de precaución, se ha procedido al relevo en la dirección de los tres periódicos más importantes: EL PAÍS, EL MUNDO y LA VANGUARDIA. El ex-director de EL MUNDO, Pedro J. Ramírez no se ha cansado de afirmar que su caída se debió a presiones provenientes de la Moncloa. En los otros dos relevos, las manifestaciones han sido más discretas. En cuanto a los grupos de televisión privada, también han recibido la correspondiente advertencia y han sido desposeídos de varios canales, bajo el paraguas de una adjudicación indebida del anterior Gobierno, para entregar las frecuencias liberadas a las operadoras de telecomunicaciones.
El prólogo de la campaña al Parlamento Europeo ha sido ensombrecido por los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA), pero tan solo como flor (negra) de escasas horas de vida. De forma rápida los números del paro registrado han venido a magnificar unos resultados coyunturales que, bien mirados, nos señalan un empleo estacional y precario y una caída en la protección a los parados, así como un aumento de los hogares en los que no se registra ningún tipo de ingreso, con el consiguiente desamparo social. Todo esto sin añadir los datos sobre la creciente desigualdad y pobreza que señalan algunos organismo de neutralidad reconocida. No obstante, la venta de la imagen de la «recuperación» continúa y, desde MR hasta el último de sus ministros y militantes de partido, pregonan a pleno pulmón que el crecimiento está asegurado y de suyo la creación de empleo que traerá la esperada reducción del paro. En este fuego de artificios se asegura también que se mantendrá el poder adquisitivo de las pensiones y que se cumplirán los objetivos de déficit. A esta mala profecía ―ojalá que se cumpliera― se suma una buena parte de tertulianos de radio y tv que, sin más argumentos que su fe y deseo (cuando no servilismo), aseguran que, con los pronósticos de crecimiento previstos desde diversas instancias para España, la reducción del paro está asegurada. De nada sirve que, en su informe a Bruselas sobre la evolución económica de España, el Ejecutivo de MR reconozca que la reducción del paro será mínima o que la subida de las pensiones se limitará al 0,25% en los próximos tres años; para el consumo nacional, las pensiones no perderán poder adquisitivo, se bajarán los impuestos y se reducirá el paro por debajo de las cifras habidas en 2011. El silencio más absoluto, tanto de Gobierno como de buena parte de los medios de comunicación, sobre la necesidad de realizar nuevos recortes por unos 20.000 millones de euros, si realmente se pretende cumplir con los objetivos de déficit para 2015, como han señalado diversos especialistas.
No parece que de esta estrategia de ofrecer la realidad de forma tan interesada como esperanzadora esté alejado el «Maquiavelo del PP», Pedro Arriola, izquierdista en su juventud y trasmutado en consejo áulico de la dirección Popular para las estrategias políticas de envergadura. El objetivo de la asesoría y de la dirección del partido en el Gobierno es realizar una lectura pragmática y actualizada de la Tesis XI de Marx sobre L. Feuerbach: los medios de comunicación ( los filósofos de Marx) nos dan sus diversas versiones del mundo; lo que se trata ahora es de transformar esas versiones (controlarlas) en beneficio propio.