PSOE: BAJO EL SÍNDROME DE HAMLET
«To be or not to be ―that is the question», reflexionaba Hamlet, el atormentado príncipe de Dinamarca, en el castillo de Elsinor. Y en la sede de Ferraz la dirección actual del PSOE se plantea el dilema que le atormenta: ¿Abstenerse o no abstenerse?. Esa es la cuestión. Después de eliminar a su secretario general, en una maniobra que pretendió ser sibilina y devino en esperpento, la disyuntiva es dar el consentimiento a una repetición del gobierno del Partido Popular o ir a unas terceras elecciones que se anticipan con resultados rondando la catástrofe. De este planteamiento dialéctico―tesis, por abstención; antítesis, por el NO― podría resultar una síntesis en forma de libertad de voto a los diputados o ausencia suficiente para que el candidato supere la votación de investidura.
Los partidarios de la abstención―al parecer, la mayoría de los dirigentes― se muestran dispuestos a reconducir la realidad «no razonable» (Hegel) por la que atraviesa el partido hasta que llegue a conformarse con la razón: después de dos malos resultados electorales conviene tomar fuerzas en la oposición y recomponer el proyecto para, con el paso del tiempo, volver a cobrar protagonismo. Ir a unas terceras elecciones sería una catástrofe en todos los sentidos: una demostración de incapacidad para llegar a acuerdos y un riesgo de verse superados por PODEMOS, con la consiguiente pérdida de protagonismo e influencia en la sociedad española. Son argumentos nada desdeñables que se mueven entre el temor y el pragmatismo y que encuentran su punto de apoyo en la necesidad de salir del punto muerto en que se encuentra la formación de gobierno, por el bien de España (Susana Díaz dixit, entre otros).
Los partidarios del NO argumentan su postura en el compromiso con el programa presentado en los pasados comicios y en el respeto a las promesas dada a los votantes; en la idea―irrealizable por la oposición de PODEMOS―de un gobierno de regeneración democrática; y que en última instancia sean los electores los que den la mayoría necesaria a un partido y a un Gobierno que tiene en la corrupción y el incumplimiento unas señas de identidad bastante destacadas.
El dilema no es nada fácil de resolver: ir a una tercera cita electoral es, como mínimo, un desprestigio de las instituciones y un riesgo que puede ser catastrófico; abstenerse es apoyar, casi con toda seguridad, más de lo mismo pues a pesar de la necesidad de apoyos, Mariano Rajoy no está dispuesto a ceder lo más mínimo en lo esencial de su orientación socioeconómica. Lo demuestra la documentación entregada a Bruselas para indicar por donde va a transitar la economía española en los próximos meses.
La economía crecerá un 2,3%, el paro bajará al 17,8% y se crearán casi medio millón de
puestos de trabajo el próximo año. El crecimiento económico dista de ser aproximadamente equitativo, pues estamos en el país europeo donde más ha aumentado la desigualdad. En cuanto a la creación de empleo, la calidad del mismo deja mucho que desear, con unos tres millones de trabajadores que no sobrepasan los 300 euros mensuales. Hasta aquí los datos optimistas.
El déficit público volverá a incumplirse, poniendo un año más a prueba la paciencia de las autoridades comunitarias; la deuda pública seguirá rondando la frontera del 100% del PIB y los recortes admitidos como «completamente necesarios» alcanzan los 5.500 millones de euros. Pero no queda aquí la cosa: en su comunicado a Bruselas, el ejecutivo en funciones anuncia que mantendrá también el recorte de 3.000 millones que ha aplicado a lo largo del presente año y que no estaban presupuestados. Como estrambote de este panorama hay que destacar la caída del fondo de reserva de la Seguridad Social: las quitas no solo han dejado casi vacía la hucha, también han disminuido de forma drástica los intereses que generaba un depósito que alcanzó los 70.000 millones de euros y puede que el año que viene quede vacio.
Así las cosas, el PSOE, como Hamlet, se enfrenta a un piélago de dificultades a las que hacer frente. Del acierto en la toma de decisiones dependerá que este partido histórico continúe su trayectoria o muera y su lugar lo ocupe el Fortimbrás de turno, esta al menos es la pretensión que persigue PODEMOS.