¿Por qué tengo que aguantar esas ideas sin pensamiento?
Me acerco con un poco de temor a un cuadro de Stella –es una pared pintada y mal- y éste me larga: “lo que ves es lo que ves”. Si me suelta eso es porque debe tener un gran talento, pero lo que se dice ver, yo no veo nada, o casi nada a cambio de todo. Newman huele la tostada y me señala que ni memoria ni nostalgia, ni leyenda ni mito ni procedimientos de antaño. No hay que manipular el espacio, simplemente jugar con él. Por eso, declaro mi inclinación artística de imbecilidad sublime y supina.
Me voy a que John Cage me tranquilizara y me sale con una loa a mi estupidez sobrevenida:
“ningún tema / ninguna imagen / ningún gusto / ningún objeto / ninguna belleza / ningún mensaje / ningún talento / ninguna técnica / ningún porqué / ninguna idea / ninguna intención / ningún arte”. Pues apaga y vámonos.
La verdad es que tampoco es tan grave, era de esperar, al fin y al cabo, es un cuadro patológico de la época empeñado en describir a los más tontos de nosotros que siguen creyendo. Y ya no me acuerdo ni siquiera en qué. Creo que lo que se debería hacer es imitar a las putas astorganas emparedadas de por vida en un calabozo para que llorasen su arrepentimiento entre grandes alaridos. Incluso en ciertas noches tenebrosas se las oye. Hasta los buenos peregrinos, de paso a Santiago, les echaban trozos de pan y salían escopetados con el horror en los talones. Por emoción que no quede en último extremo.
Por lo menos, Carl Andre me lo explicó mejor al manifestarme que “creía que todas las ideas son iguales hasta el momento de la ejecución. Mis ejecuciones son test de las ideas más que proyectos de virtuosismo plástico”. Y digo yo si no sería más fácil escribirlas y no hacerlas pasar por lo que no son.
De pasada me encuentro con Robert Morris, que me espeta con mala cara: “el objeto no se ha vuelto menos importante. Simplemente se ha vuelto menos auto-importante”. Pues vale, porque no voy a quedarme con ninguno. Aunque si hablamos de precisión la de Flavin: “el arte está perdiendo su decantado misterio a favor de un sentido común de decoración realizada con inteligencia”. ¡Qué quieren que les diga!, soy un tarado talentoso al que todavía le deja sin habla el misterio.
Gregorio Vigil-Escalera
De las Asociaciones Internacional y Española de Críticos de Arte.