por Francisco Tomás (XX)
Certero, incisivo, implacable, conmovedor, pasional, tierno, ciego, sensible, ineludible… el amor es tantas cosas al mismo tiempo…. El primer amor que conocemos es el de los padres y el último, probablemente, el de hijos o nietos. Entre ambos, pululan el primer amor, el amor maduro, el amor eterno… no existe un solo amor en la vida de un ser humano. Todos nos enamoramos varias veces al día de momentos, fragancias, desconocidos o sorpresas cotidianas. La mayor parte de los amores no los confesamos y tampoco esperamos que sean correspondidos. El amor es un lazo que une con una lazada floja a dos personas pero que nunca debe apretar ni atar. El amor está hecho de ingrediente intangibles e invisibles. No existe una fórmula magistral para enamorarse o que se enamoren de uno, porque si existiese… el amor no sería lo que es. Cada amor es diferente a otro e incompresible para todo el mundo menos para los enamorados. Amar es dejar de ser tú y yo para convertirse en nosotros. Me enamoro de sonrisas, miradas o palabras con un sencillo toque de magia. Inspiro el mismo aire que todos pero exhalo sentimientos en forma versos sueltos. Escribo por necesidad, como terapia para no sentirme marchito. Cuando fuimos los mejores, o eso sentíamos, no temíamos enamorarnos y, sin embargo, ahora no podemos amar sin miedo. Ahora, que tenemos la certeza de no estar entre la aristocracia de nuestros respectivos entornos, tenemos cada día más pánico a no ser ya capaces de entregar todo a cambio de nada en una relación e, incluso, dudamos de poder estar a la altura de las circunstancias. No es agotamiento, no. Es fragilidad sentimental por habernos sentidos rotos más veces de las deseadas. Con esta endeblez de convicción y los miedos propios de quien se alejó de la juventud arrebatadora de antaño, no dejo de salir cada mañana a creer que alguna mujer se impregnará de mi fragancia, se ensimismará en mi mirada y me dejará tan boquiabierto que sólo seré capaz de cerrar los labios para besar.
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Claro que me gusta que alguien esté pendiente de mí y ¿a quién no?. Reconforta el espíritu que te pregunten cómo estás, si has pasado buena noche, cómo te encuentras de la jaqueca o cómo se te presenta el día. Las cosas aparentemente rutinarias tienen una importancia supina. Aquello a lo que no damos valor es lo que más echamos de menos cuando no se produce. La diferencia entre lo esencial y lo superficial es poco perceptible en lo cotidiano y extremadamente marcada en lo emocional. La vida está llena de contrastes, de sutiles diferencias, de esbozadas tonalidades y de imperceptibles matices. Vivamos con la incertidumbre del desconocimiento del futuro inmediato pero refugiándonos en esperanzadores sueños y deseos incatalogables.
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Volveré mañana, para mirar tus ojos rasgados al despertar y sentirme feliz. Rociaré tu cuerpo con mis besos para que no temas levantarte temprano. Acariciaré tu piel con la única intención de despertar tus pechos dormidos. Juntaré mis labios a los tuyos para sentirnos vivos y tener escalofríos. Notando mis latidos y el trasiego de la sangre por mis venas, insuflaré las velas de mi nave para alcanzar las orillas de tu playa. Lentamente, entraré en tu bahía con el zigzag de las olas que empujan de fuera a dentro y de dentro a fuera. Me dejaré llevar por los movimientos aparentemente suaves pero llenos de vida. Encontraré el agua templada de tu bahía incitándome a llegar más y más allá. Tu suave cala, se mostrará jubilosa de mi visita y me arropará con besos y abrazos como no queriéndome dejar escapar. Confieso que no quiero escapar, no lo deseo en absoluto. Deseo quedarme sin fuerza en cada movimiento y embriagarme de tus gemidos y palabras susurradas. Soy feliz despertando tus sentidos y tu recibimiento es el mejor trofeo para este caballero a tu servicio. Méceme, recibe y da, repliega y sacude tu sexo contra el mío. Vamos a llegar al paraíso soñado del placer. Abro mis ojos y veo los tuyos entornados, su labios entreabiertos, tu pechos desafiantes y me humedezco de tu néctar de amor… no creo que me oigas en este momento, pero te he dicho “te amo”. Siento mi fuerza escapar y das un gran suspiro de alivio porque hemos tocado las nubes del cielo. Dejas caer tu piel sobre la mía atrapando mi nave en tu bahía. No existe el tiempo, desconozco si es de día o de noche, ignoro el día de la semana o la estación del año… sólo sé… que volveré mañana.