por Francisco Tomás M. (XIX)

 

Despertó abriendo lentamente los ojos, como queriéndolos cerrar de nuevo. La luz penetraba por las rendijas de la persiana y se intuía un día primaveral soleado y templado. Se sentó sobre la cama, se puso lentamente las gafas y camino descalzó arrastrando los pies hasta llegar al aseo para ducharme. El agua pareció purificarle y emprendió su afeitado con la parsimonia y ritualidad que ponía en todos sus actos. Al masajearse el rostro con su loción se miró al espejo y pensó que tenía el “guapo” subido. Tras su café cargado se vistió con una camiseta roja en un alarde de llamar a la pasión. Trabajó con interés pero entregarse y guardó todas sus energías para animar a su equipo en la Final de Champions de mayo de 2013…¡¡¡¡Haaaaalaaaaaa Maaaaaadriiiiid ¡!!! Mereció la pena.

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Volvió el viento gélido con las ramas de los árboles cimbreándose  y desdibujando los pájaros del cielo gris de la ciudad. Amaneció antes y sintió un escalofrío de soledad, que le provocó un quejido en el alma y le hizo brotar una mariposa en el estómago. Así es Madrid, llena de contrastes en el tiempo, en los paisajes, en los transeúntes y los sentimientos. Dejando tras de sí la fragancia de su perfume y los recuerdos del pasado, se adentró en los vericuetos de su mente para distraer sus penas y enmascarar sus sueños rotos. Así es él, complejo pero inacabado, materia dúctil para una artesana del amor capaz de darle forma sin vaciar los valiosos valores que atesora. Así es el presente, inmediato, fugaz e incierto. Marcado a fuego por el pasado, sin renunciar a un millón de anhelos por cumplir y abriendo veredas nuevas sin olvidar los senderos andados. Daba la impresión de avanzar y se encontraba de nuevo en el punto de partida. La vida no es un círculo perfecto pero se le parece y cuando uno cree que progresa en sentido contrario se ve sorprendido al comprobar que el tiempo se fugó pero el espacio se petrificó a su alrededor. Quería comprender pero se perdía. Volvió el viento gélido con sus sentimientos removiéndose y sofocando las esperanzas de su corazón, como el soplido de un niño apaga la vela de su tarta de cumpleaños.

No siempre que dos personas se aman acaban juntas, porque todo inicio implica un fin y las características de un ser humano no son iguales a las de otro, ni las metas, sueños o aspiraciones son idénticas. Entre principio y fin existe un paréntesis poco calificable para alguien coherente pero de mil nombres para los que preconizan una cultura de la calle. Las cosas son de dos: para odiarse, amarse, llevarse bien, compartir sueños, compartir deseos y, al final, salir cada uno por peteneras. Los hay con facilidad hipócrita para volver a forman pareja de baile y decir que las notas coronan sus danzas. La mayoría son reticentes a mover un solo pié en la pista de baile y menos para imaginar con quien. Nos convertimos en solitarios trabajadores, en empresarios del aburrimiento, en empleados de la soledad. En la cama, llevo años, tapándome hasta los ojos para no ver los fantasmas que pululan alrededor de mi casa. Intento cubrirme la nariz para no oler las pestilencias de los muertos que he dejado en el camino. Las noches son puñeteramente hirientes y reincidentes. No me gusta ver a mis fantasmas dando vueltas por mi cama con la intención de provocarme terror. Es demencial acompañarse sólo de recuerdos con tantas realidades circundantes, pero es el destino del héroe clásico griego… superar duros trabajos, perder las fuerzas, caer en la desilusión y verse privado del éxito por el simple capricho de los dioses. Soy un triste personaje de comedia cuando mi aspiración era ser héroe de tragedia.  Ya vivo anclado en el medio siglo y me vencen los años y los recuerdos. Sólo ruego a los Dioses del Olimpo que no entorpezcan mi camino y a Atenea que me guíe para aplicar la inteligencia en todos mis actos. Soy torpe, pierdo cada partida, sueño cada premio y la vida nunca me devuelve lo que invierto. Me siento especialmente triste, solo y deprimido…. sólo me cuido yo y creo que necesito alguien que me ayude porque sólo no puedo ni sostener mi alma. (ftm)