Pongan al crítico bajo vigilancia
Conforme el arte se ha ido convirtiendo en un problema de marketing y de diseño más que de un ejercicio de tarea creativa, la situación del crítico es la propia de un ser libre a punto de ser internado.
Es verdad que si, según Lionello Venturi, de la autonomía del arte surgió la estética y de esta última varios principios como directrices de la crítica de arte, ello sucede sin que el interés para con la obra de arte sea el elemento fundamental. Con lo que el centro de interés se asienta cada vez más en una entelequia que se agiganta por medio de una semántica artificiosa poblada de disquisiciones filosóficas, empíricas, sociales, políticas, culturales y universales. Terreno en el que el crítico se ha adentrado para no perder onda y ahora no sabe cómo salir, si es que tiene intención de hacerlo.
El mismo Venturi señalaba que lo que el crítico debía hacer era relacionar sus propias ideas y sentimientos con los del artista (o los de la obra) analizado. Y para Wilhelm Schegel ha de necesitar además tanto de la teoría como de la historia del arte. Es más, el mismo Baudelaire aconsejaba que para que fuese justa –es decir: para que tenga razón de ser-, la crítica debía ser parcial, apasionada, política, es decir, hecha desde un punto de vista exclusivo y partidaria de una perspectiva que abra más horizontes. Incluso Du Bos llegó a manifestar que no hay separación entre la función del crítico de la del artista creador.
Sin embargo, ya es inútil debatir entre las modalidades críticas, sean mecanicistas, pragmatistas, idealistas, empíricas o formales, pues actualmente, de acuerdo con el coleccionista Asher Enelman, el mecenazgo de los museos y la opinión de los críticos no tienen nada que ver con el acontecer del arte. El suceso artístico sólo tiene que ver con el mercado. Y punto.
Gregorio Vigil-Escalera
De las Asociaciones Internacional y Española de Críticos de Arte (AICA/AECA)