PODEMOS TIENE UN PLAN
Y un punto esencial de ese plan es mantener la atención mediática para conseguir, por medio de la «visibilidad», lo que la ausencia de estructura haría imposible: el asalto a los cielos del poder. La presentación del programa económico terminaba con una aseveración de Pablo Iglesias tan sorprendente como cierta: es una propuesta que cualquier «socialdemócrata» auténtico puede asumir. Además, será sometida a las aportaciones de diversos grupos sociales, desde empresarios a foros ciudadanos, con lo que el «Programa» puede sufrir variaciones. La sorpresa, claro está, surge después de haber afirmado que «izquierda y derecha» son conceptos superados por la actual realidad social.
La «Socialdemocracia» (SPD) se plasma en Alemania (1875), tras la unión de los seguidores de K. Marx y F. Lasalle para constituir un partido que tenía como objetivo la construcción de «una sociedad justa, libre y democrática» y llegar al socialismo por una vía pacífica, de transformación social. En noviembre de 1959, en el congreso de Bad Godesberg, el SPD abandonó el marxismo para construir un partido de «amplia base» y ser parte esencial del desarrollo del Estado de Bienestar. En 2003, ante los primeros indicios de crisis, el canciller Schröder («socialdemócrata») presentó la denominada «Agenda 2010» para «promover el crecimiento económico y la creación de empleo», reformando la asistencia social y las relaciones laborales. A estas alturas, gracias en buena parte a la «socialdemocracia», Alemania lidera la UE, combate el desempleo con los minijobs e impone al resto un «ascetismo secular» (Max Weber) que está resultando tan ineficaz como asfixiante para la mayoría de los socios comunitarios, incluida España. Iglesias y su grupo quieren volver al pasado, a las raíces de la socialdemocracia.
Los intentos de liquidación de los conceptos «izquierda» y «derecha» no son nuevos y se basaban en la constatación de que «el proletariado», tal como lo veía Marx, había dejado de ser el agente histórico necesario para desencadenar el proceso revolucionario que conduciría a la sociedad socialista, para convertirse en parte activa del proceso consumista y quedar desactivado en su potencial radicalidad. Sin embargo, la eclosión de la economía global y el capitalismo financiero, con sus impulsos anarco-sadomasoquistas, han hecho aumentar de nuevo las desigualdades, laminando a las clases medias y su papel de «amortiguador» de las diferencias sociales. Vamos de nuevo a una sociedad bipolar en la que los cambios de etiquetas no van a poder ocultar la certeza de las desigualdades y los riesgos de los enfrentamientos.
Lo que no ofrece dudas es el temor que la formación dirigida por Iglesias provoca en el resto de partidos políticos, centros de poder económico y medios de comunicación. Las descalificaciones no cesan y sus «recetas» para salir de la crisis no son una excepción, con descalificaciones de todo tipo, empezando por su imposible aplicación. Subida del salario mínimo y las pensiones, reducción de la jornada laboral a 35 horas, mayor protección al desempleo, aumento del gasto público para infraestructura social e investigación, reforma fiscal y lucha contra el fraude, ley de dependencia, mayor protagonismo de la educación pública, incremento de las ayudas familiares, reestructuración de la deuda y potenciación de la banca pública.
De la «carta a los Reyes Magos» a planteamientos «comunistas». Por esos derroteros han discurrido las descalificaciones de las propuestas de PODEMOS. Unas propuestas que no son ni novedosas, ni originales. Otra cosa bien distinta son las posibilidades reales de ponerlas en práctica en el contexto actual de la crisis que atraviesa el marco de referencia―la Unión Europea y la Eurozona― donde se inserta España. La gran mayoría de propuestas sociales y económicas que plantea el programa de la irresistible formación liderada por el grupo de profesores universitarios está contemplada en la Constitución que hasta hace unos días daban por finiquitada. La reducción de la jornada laboral, considerada como un «anatema» por muchos economistas y no pocos políticos tendrá que ser abordada en algún momento, pues es la consecuencia lógica de la dinámica interna del proceso de producción capitalista que de forma inexorable conduce a la automatización. La reestructuración de la deuda ―antes impago de la deuda ilegal― es otra realidad que terminará imponiéndose a pesar de la resistencia de Alemania y tendrá que hacerse vía BCE. En cuanto a la banca pública para facilitar el crédito ya existe con el ICO, y si el gobierno de turno quiere, puede desarrollar programas de ayuda para diversos sectores sociales y productivos. En definitiva, pocas novedades que en sensu strictono son revolucionarias, aunque tampoco descabelladas.
PODEMOS tiene un plan que parece claro: ocupar el centro político que a lo largo de los años ha ido abandonando el PSOE y que ahora se encuentra vacío. En eso consiste la reclamada «centralidad»: el mensaje transversal que acepte la mayor parte de la sociedad, indignada por los recortes sufridos: atractivo en la forma, difuso en el contenido. Si llegan al gobierno ―el poder está en Bruselas, en Berlín, el BCE, la City y Wall Street― harán lo que «puedan» y pasarán a formar parte de la denostada «casta», dada la capacidad del sistema para reabsorber los excesos y convertirlos en mercancía destinada al consumo. Una pregunta, no obstante, queda en el aire: si PODEMOS quiere ocupar el «centro», asumiendo la mayor parte del PSOE y con IU casi desparecida ¿quién queda en la izquierda?