PODEMOS: PRIMER ASALTO

Muchos esperaban una victoria por KO pero ha sido por un escaso margen de puntos (2%). La tesis de Pablo Iglesias se ha impuesto a la de Íñigo Errejón, mas la diferencia ha sido tan estrecha que plantea algún que otro interrogante. Por de pronto hay dos posturas enfrentadas que, en contra de lo previsto, tienen parecida dimensión, lo que puede traducirse en que esto no ha hecho nada más que empezar y hay que desechar cualquier idea de «paseo militar»; el enfrentamiento entre grupos de parecida envergadura está servido y ya veremos cuál es el desenlace final si no se opta por el acuerdo y la síntesis. Lo que, por ahora, parece descartada es la lucha por el liderazgo de la formación morada, donde Pablo Iglesias ha logrado presentar su figura como irreemplazable. Su vocación está clara: «quiere a su lado» a Errejón y algún que otro discrepante, pero si sus planteamientos no salen victoriosos en Vistalegre II, dejará de liderar PODEMOS.

Tras la eclosión del 15-M, los dirigentes universitarios que fundaron PODEMOS se lanzaron a la arena política para convertirse en la vanguardia del sentimiento de malestar que anegó a la sociedad española como consecuencia de la crisis económica. Inspirados  en «La razón populista» de Ernesto Laclau, el objetivo estaba claro: «crear unos significantes tan ‘vacios’ como para que quepan en ellos reivindicaciones que conceptual o discursivamente no podrían mantenerse juntas, porque al reunirse chocarían entre sí los intereses de quienes las persiguen» (José Luís Pardo: Estudios del malestar. Políticas de la autenticidad en las sociedades contemporáneas). Como consecuencia, en el significante  político de PODEMOS caben, según, entre otros, Pablo Iglesias desde Marx, Lenin o Perón.

Sin embargo, el obsesionante objetivo de laminar al PSOE para rellenar su espacio político (el tan traído y llevado sorpasso) desembocó en una alianza con Izquierda Unida que las elecciones generales certificaron como equivocada o, cuando menos, insuficiente y, lo más importante, en una profunda divergencia: asumir sin disimulos la causa de los desfavorecidos por el anarcocapitalismo financiero (P. Iglesias) o abanderar «el malestar» pero con la ambigüedad suficiente para mantener el concepto de transversalidad y así ampliar el espectro de apoyos que permitan una consecución efectiva de la toma del poder (I. Errejón).

La formación que conmovió el panorama político, con, entre otros argumentos, su crítica sin cuartel a «la casta» ha terminado incurriendo en iguales y parecidos defectos que se resumen en un argumento decisivo: el poder y el control de la organización. Esa es la cuestión de fondo que late hoy en PODEMOS. Sin duda se escucharán numerosas llamadas (ya se han iniciado) al diálogo y al entendimiento entre dos grupos que tienen concepciones diametralmente opuestas para llevar a cabo el añorado «asalto a los cielos». Es evidente que un choque directo entre ambas tendencias alumbraría un inevitable desgarro. Pero no siempre el conocimiento del peligro y el riesgo ha detenido a los que están dispuestos a imponer su verdad.

Este primer asalto ha dejado a los contendientes intactos, pero con la evidencia de que las fuerzas están muy igualadas y la pelea puede prolongarse durante bastante tiempo. Teniendo en cuenta que los dirigentes de PODEMOS se mueven como pez en el agua en el espectáculo de la política, con el soporte de los medios de comunicación y las redes sociales, el show va a continuar. Por el momento no se cuestiona el liderazgo de Pablo Iglesias, pero cerrar el enfrentamiento en falso, con un reparto de poder desequilibrado, no acorde con la dimensión de cada bando, puede traer consecuencias no deseadas. Empezando por facilitar la recuperación del desnortado PSOE.