PERSECUCIÓN Y ASESINATO DE PEDRO SÁNCHEZ REPRESENTADA POR MILITANTES SOCIALISTAS BAJO LA DIRECCIÓN DEL SR. GONZÁLEZ

El título que precede está tomado de la obra de teatro «Persecución y asesinato de Jean Paul Marat representada por los internos del hospital de salud mental de Charenton bajo la dirección del Señor de Sade«, de Peter Weis, estrenada en 1964. El izquierdista Marat, «el amigo del pueblo» es asesinado por Charlotte Corday, una girondina derechizada. Previamente,  un descreído señor de Sade discute con un radical Marat sobre la Revolución y su destino. En el drama que está viviendo el PSOE, aunque  la diferencia sea abismal, Marat correspondería a Pedro Sánchez, Charlotte Corday a Susana Diaz y el señor de Sade a Felipe González.

La ya larga historia de los socialistas está jalonada de enfrentamientos y divisiones cainitas que resulta difícil encontrar paragón en otras formaciones. Está claro que en el PSOE no necesitan enemigos: ellos se bastan y sobran para representar una astracanada bochornosa, pero dramática para el país, que a poco que se empeñen terminará enterrando al Partido

Hay que rebuscar mucho en nuestra historia para encontrar una unanimidad tan abrumadora en la caza y captura de un personaje, como culpable de todos los males de la patria. Desde todos los puntos y tribunas se ha disparado sobre el mismo blanco, acusándolo de ser «el problema», el «enemigo público nº. 1». Tan solo falta la excomunión del papa Francisco. Cierto que en política nadie es inocente del todo, pero tampoco hay responsable absolutos: siempre es necesaria la colaboración de otros. Sánchez partía con un mal precedente: fue elegido por la bases, algo poco apreciado por unos dirigentes más acostumbrados al cambalache que a las reglas democráticas. Sometido desde el minuto uno de su elección a la crítica y desconfianza de los barones, se le marcó un margen de maniobra impracticable, con un NO al PP, a su candidato y a unas negociaciones con los independentistas. A pesar de las trabas casi insalvables, tras el 20-D la posibilidad de cambio fue posible, pero resultó abortada por PODEMOS, centrado en la superación del PSOE, aunque de paso aseguraban la permanencia de los conservadores hasta el día del juicio final.

Los resultados catastróficos obtenidos por el PSOE liderado por Sánchez, en comportamientos democráticos normales, deberían haber significado un nuevo relevo en la dirección socialista. Sin embargo, el problema no es de personas sino de contenido. Otro dirigente, lo más probable, es que tampoco hubiera mejorado los resultados. El PSOE ―su clase dirigente― está esclerotizada desde hace bastante tiempo. Como toda la socialdemocracia, no ha revisado su programa y no se ha puesto en sintonía con la necesidades de la sociedad y con los retos que plantean las nuevas formas económicas, con una revolución informática que más parece favorecer a los intereses del anarcocapitalismo que al resto de la ciudadanía, por mucho entusiasmo que levante el manejo de todas sus herramientas y las posibilidades que proporcionan. Y para mayor abundamiento, arrastra el pecado indeleble de la «herencia» de Zapatero.

En cualquier caso, lo ocurrido en el PSOE es un intento del golpe de estado, para librarse de un líder que no ha respondido a las expectativas y convertido ya en una rémora insoportable, y que desemboca en una guerra civil y en la autoliquidación, si no se produce una rectificación por parte de los grupos enfrentados. Con sus últimos movimientos ―convocatoria de un congreso exprés para mantenerse en el cargo y la decisión de no dimitir si no eran aceptadas sus propuestas ― PS ha mostrado su herida más sangrante y sobre ella se han lanzado sus enemigos. Felipe González, ha salido a toda PRISA por una puerta giratoria y ha desvelado una conversación en la que Sánchez le aseguraba que se abstendría para que saliera la investidura de Rajoy. González, en su papel de cínico Sade, se ha indignado: no porque el secretario general de su partido estuviera dispuesto a saltarse una orden del Comité Federal, sino por no haber cometido esa infidelidad anunciada. Por su parte, Susana Diaz, al igual que Charlotte Corday, se ha mostrado dispuesta a acabar con el obstáculo que impide la salvación del país. Todo apunta a que la insistencia de PS en la búsqueda de un gobierno que desaloje al PP del Gobierno ha colmado la paciencia de quienes ven en esa posibilidad un peligro inaceptable para sus intereses y han encontrado el soporte adecuado en los medios de comunicación que controlan (prácticamente todos), en personajes agradecidos y en el enfrentamiento interno de los socialistas el mejor aliado para acabar con un dirigente que aspiraba a propósitos que rebasan sus capacidades.

Ante el espectáculo que están dando, tanto Susana Diaz, Pedro Sánchez, Felipe González y hasta el último dirigente, pueden hacer suyas las palabras de Charlotte Corday: «¡Trabajamos en nuestra propia perdición con más celo y energía  que los que hemos empeñado jamás para conseguir la libertad!», (Persecución. y asesinato ….. Peter Weis)