Pero qué vergüenza de la política de Madrid

Próximo ya el final de la legislatura que, por capricho de Isabel Díaz Ayuso, ha sido dos veces breve pero ninguna buena, los políticos se afanan en desprestigiarse individual y colectivamente. De tal suerte que una parte de la ciudadanía asiste entre resignación y bochorno a los últimos espectáculos que nuestros diputados y gobernantes se empeñan en regalarnos tanto desde la Asamblea de Vallecas como desde la Puerta del Sol. Una segunda parte de ciudadanos le trae al fresco lo que ocurra en esos establecimientos; y hay una tercera,  militante, que no solo justifica fallos, errores y corruptelas sino que hace suyos los argumentos de autodefensa que esgrimen sus líderes o lideresas. Es más, como hemos escuchado estos días con el caso de las ayudas de dinero público a diputados ricos de la Asamblea de Madrid y del Gobierno regional, el argumento es que tienen derecho a percibirlas. Por ese motivo, el  vicepresidente Ossorio no va a renunciar a esas subvenciones. Una vez más estamos ante el conflicto entre la ética y la estética, al que la derecha siempre es ajena. Lo peor de todo es que la derecha cree tener el derecho de cuna para seguir en el poder a costa de cualquier cosa. A costa de mentir sin sonrojarse y de tratarnos como seres completamente estúpidos. Y vaya si lo somos. De lo contrario y si tuviéramos la más mínima capacidad de análisis y una pizca de memoria no permitiríamos que esta derecha lenguaraz, ingobernable e inescrutable dirigiera nuestros destinos a golpe de insultos y ataques a nuestro sentido común. La responsabilidad, por tanto, de que esto esté sucediendo no es únicamente de esos políticos. La hornada de las últimas décadas –especialmente en la derecha de Madrid- tiene en su ADN la mentira, el embuste y la corrupción.  Así y todo ganan las elecciones y las seguirán ganando porque los ciudadanos parece que cumplimos a rajatabla el viejo refrán castellano: dame pan y llámame tonto. Los responsables de que suceda lo que está sucediendo la tenemos los ciudadanos.  Los votantes  parecemos estar narcotizados. Los últimos casos escandalosos del número dos de Ayuso en el PP de Madrid, Alfonso Serrano, que cobra un bono social familiar por»vulnerables severos»y el de su vicepresidente, Enrique Ossorio, que también recibe de su propio  Gobierno el bono de calefacción para «consumidores vulnerables», no tienen paragón. Como ha quedado dicho, según la presidenta Ayuso, tienen derecho. Este “derecho” mal entendido y peor ejecutado habría sido un buen argumento para la izquierda de la Comunidad. Una izquierda que, con Mónica García, ya había creado ilusión y que, bajo su liderazgo discreto pero constante, estaba logrando azuzar al Gobierno y enganchar a varias generaciones de votantes de izquierdas que desde hace años ya se ven fuera de la estela de este extraño PSOE-PSM. Más Madrid y Mónica García parecían dibujar el futuro. Pero, al contrario de lo que ocurre con el PP,  esas ayudas destinadas a familias vulnerables han pasado como una apisonadora por Más Madrid. Mónica García también las percibe. Difícil de explicar por mucho que diga que era ignorante de ello, haya pedido perdón y  prometa devolverlas. Difícil de comprender para los votantes de izquierdas mucho más exigentes que los de derechas, como bien está demostrado.  Al PP, por tanto, no le pasará factura, veremos qué pasa con Mónica García y Más  Madrid. Y si el PSOE de Madrid (ellos arrastran el gran problema que es Pedro Sánchez) piensa que este resbalón beneficia a sus siglas, están equivocados. El daño es para todo el espectro de izquierdas, cuyos votantes se desmovilizan con más facilidad y son más proclives a pensar y a decir: es que todos los políticos son iguales.

Y si no lo son, a veces lo parecen. Por eso dan vergüenza.