¿Percepciones admisibles y contradictorias?

Al arte actual lo encuentro incomprensible y hasta desconcertante, pero es innovatorio, valor que siempre estoy buscando. Aunque tal novedad no es todo lo suficientemente precisa, además de haber demasiadas que constituyen muchos centros de atención que no merecen la pena. En consecuencia, me inclino por aquellas obras de apariencias más provocativas y escandalosas, más extrañas y transgresoras, que causen tensión y hasta violencia en la mirada; que añadan una verdad renovadora, revolucionaria y el compromiso por una sociedad más libre, justa y culta.

Cierto que el reto es complejo y sumamente incómodo al principio, bien que tampoco es para hundirse en una excesiva preocupación pues al final acaban siendo objetos de culto domeñado, domesticado y apto para salones, museos y mansiones. Sin embargo, se presenta el interrogante de si hay una sujeción a lo efímero, a lo que tiene plazo de caducidad que lo convierta en un material inane, vacuo y carente de sentido en el mundo del arte y de la cultura. Sabemos que ahora el contexto se modifica constantemente y por tanto el que se quede atrás no tiene cabida y desaparece por obsoleto. También, por el contrario, puede existir la opción de que la auténtica finalidad consista en una creación artística tributaria del momento y sólo se haga expresamente con dicho propósito.

Por consiguiente, me pregunto, a partir de estos presupuestos, cuál es el arte que permanecerá a la hora de mi mutis o dentro de cien años, dada mi incapacidad de hacer vaticinios o augurios, ni siquiera de proyectar una mínima sospecha. ¿Y ustedes? Ya me imagino lo que estarán pensando.

No obstante, alguien afirmó que una obra continuará siendo contemporánea siempre que establezca una comunicación, cualquiera que sea la época en que los espectadores estén situados.      

Gregorio Vigil-Escalera

De las Asociaciones Internacional y Española de Críticos de Arte (AICA/AECA)