¡Peligro, ciclistas sueltos!

Como una manada de búfalos irritados por leones en la sabana de Botsuana  o como bisontes en estampida hostigados por los cazadores en las praderas de Oregón. Así han salido los ciclistas al comienzo de la fase 1 de desconfinamiento por los territorios que hasta ahora les estaban vedados: la Casa de Campo y Madrid Río. Iban rabiosos. Y como las bestias citadas resoplaban y fruncían el ceño. No es metáfora. Es real. Tan cierto como su desprecio al peatón.

Caminar por Madrid Río es ir con el corazón en un puño. Más si llevas niños o paseas con mayores. La idea de compartir un circuito entre paseantes y ciclistas estuvo mal concebida y peor parida.  Circulan sin respetar la velocidad que les marcan las señales, incumplen la norma de prioridad que tiene el peatón y pasan a su lado a escasos centímetros y casi levantándoles el flequillo. Pero es que la fauna motorizada ha ido aumentando y con ello poniendo más en riesgo a los paseantes. A los incívicos ciclistas se han sumado los patinadores y “patineteros” igualmente maleducados y agresivos con el peatón. Las aceras no se libran de la situación. Con el agravante de que estas manadas urbanas creen que los portales están de adorno y las personas no entran ni salen de ellos.

Y diles algo si te pasan rozando en cualquiera de los dos escenarios. Con seguridad se acuerdan de tu madre o te envían a cierto lugar.

Si Madrid Río es para estos animales un circuito de carreras, lo de la Casa de Campo es un campo de batalla. Es el o te apartas o te aparto. Da igual que en este parque histórico haya carriles bici, senderos exclusivos para ciclistas o que las antiguas carreteras sean utilizadas como pista de velocidad. Da igual. Campan a sus anchas por lugares insospechados. Basta que un senderista elija un camino recóndito en la ingenua creencia de que no encontrará búfalos ni bisontes de dos ruedas para que, en un abrir y cerrar de ojos, se vea rodeado e indefenso. Da igual que el Ayuntamiento coloque carteles prohibiendo abrir nuevos senderos para evitar el deterioro de la flora, el terreno y soliviantar a los animales. Da igual. Hasta en los lugares más complicados de acceso siempre encuentras una huella de rueda de bicicleta, en la mayoría de los casos con derrapes que propician la destrucción del manto vegetal.

Este pájaro, que siempre ha sido defensor del cierre de la Casa de Campo a los coches, ve ahora, con los ciclistas, más peligro para los peatones.

La movilidad alternativa requiere una regulación urgente. Ni Gallardón, Botella por descontado tampoco, ni Carmena hicieron nada al respecto. Especialmente esta última se puso de perfil y llegó a convertir las calles de Madrid en un caos ante tantos patinetes y bicicletas de alquiler.  Es cierto que ahora existen otras prioridades, pero cuando hayamos recuperado la normalidad, Almeida y su equipo deben ponerse manos a la obra y delimitar vías para ciclistas y para peatones.

Ante la mala educación y nulo civismo de los ciclistas se requieren ordenanzas y normas claras y de obligado cumplimiento.

Y lo dice un pájaro que vuela.