PEDRO:SOBRE TU ABSTENCIÓN EDIFICARÉ MI GOBIERNO

Ha vuelto a hacerlo: Mariano Rajoy (por si alguien lo dudaba) insiste en ejercer de «gallego». No se sabe si sube o baja; en  este caso si se presentará a la investidura o acepta las condiciones que trata de imponerle Albert Rivera, como requisito indispensable para dar su apoyo a la continuidad del presidente del Gobierno en funciones. A pesar de que las condiciones, por obvias, eran fáciles de asumir, dado que a poco comprometen al necesitar el apoyo de mayorías cualificadas, el máximo dirigente del PP, tras su particular «queimada» con su Comité Nacional, ha dado a entender que con CIUDADANOS seguirá negociando, haciendo caso omiso a las advertencias de la formación naranja de retirar su apoyo si no se cumplen sus planteamientos previos.

Aunque el PSOE se mantiene en su negativa, MR tratará en los próximos días de celebrar un encuentro con el secretario general del PSOE en el que le expondrá la cruda realidad de sus intenciones: construir su ejecutivo con la abstención de los socialistas. Será reiterar lo que piden a Pedro Sánchez desde muchas instancia, incluidos antiguos pesos pesados de su partido, como el expresidente Felipe González.

No obstante, todo apunta a que el actual líder de los socialistas no tiene vocación de asumir el papel del mártir necesario en este aquelarre en que se está convirtiendo el embrollo en que se ha metido la política española. El Pedro bíblico negó tres veces a su Maestro pero éste, más pedestre, el «no» lo ha tomado como tabla de salvación.  En su partido muchas son las voces que extramuros piden flexibilidad (abstención) pero no dan el paso al frente para plantearlo en los órganos de dirección. Y en PODEMOS esperan como agua de mayo el paso al frente del PSOE para lanzarse a su yugular, acusándole de ser los culpables de la continuidad del gobierno del PP (algo que ellos pudieron evitar tras las elecciones del 20-D) y así presentarse como la única oposición verdadera y, de paso, aliviar sus tensiones internas. Sánchez no quiere comerse este marrón en solitario y desea que Rajoy pase por las horcas caudinas de una investidura fallida para que el político gallego abandone la escena y deje el paso libre a otro candidato del PP o a la remota (casi imposible) opción de un gobierno alternativo.

Pero Rajoy ha demostrado que es un marchador de fondo; un resistente a prueba de elecciones, aunque con resultados bastante menos brillantes de lo que venden sus defensores. Intenta (y casi logra) traspasar la responsabilidad a los demás; habla de urgente necesidad y no aclara si se presentará a la necesaria sesión de investidura (Art. 99 de la Constitución) para poder formar gobierno y amenaza con una tercera cita electoral, en una lectura «insólita» de la Carta Magna. Todo apunta a que nuestro personaje se mueve entre la astucia de Maquiavelo y la majadería del buen soldado Svejk, lo que le hace resistente en grado sumo. Recuerda la persistencia de los novios del desaparecido programa de radio de la Señora Francis, insistentes hasta la rendición en la «prueba de amor». En su partido, los rivales históricos y posibles están amortizados (Gallardón o Aguirre) y entre la nueva hornada solo se vislumbra sometimiento a un dirigente que no lograr sumar apoyos más allá de CIUDADANOS, que lo hace empujado por su concepción de «servicio» a la sociedad, pero que se presenta como la única (y  más razonable)  solución para sacar a España, de una vez por todas, de la crisis iniciada en el 2008 y que tanto daño ha causado.

Si no fuera por la gravedad de los problemas socioeconómicos que afectan a la sociedad española, con amenazas de Bruselas incluidas, la situación podría ser divertida, por ver como alcanzan algún tipo de acuerdo unos políticos que padecen una otitis aguda, al no escuchar las demandas de los electores y centrarse en sus asuntos particulares. Si trabajaran para empresas privadas como directivos, a buen seguro que habrían sido despedidos de forma procedente, por estrepitoso fracaso en los objetivos marcados.