Pago un millón setecientos mil dólares y encima tengo que recoger la paja

No voy a descubrir a estas alturas la categoría del gran artista alemán Anselm Kiefer y la consideración que su obra ha alcanzado a nivel internacional dentro del arte contemporáneo, pero sí los pinitos artísticos de Silvester Stallone y sus ansias de llegar a ser un renombrado coleccionista. Tal es así que protagonizó en este campo algún que otro incidente en lo relativo a sus adquisiciones.

Quizás la más problemática fue la concerniente a un gran cuadro de paja de este autor que cubría una pared entera (un millón setecientos mil dólares dan para mucho). Aunque estaba pegada por una especie de cola, no fue suficiente para que brizna a brizna y día a día se fuese cayendo al suelo. Además, a su cónyuge de entonces –si es que no la ha cambiado ya- la obra la horrorizaba y mascullaba que podría deprimir a los niños -¿podría infundirles un extraño olor a mierda de establo?-.

Cuando el actor se quejó al marchante por el “misterioso” fenómeno, éste le manifestó tan campante que era absolutamente normal, que el cuadro estaba vivo y por lo tanto seguía evolucionando (ya me gustaría saber a mí hacia dónde).

No obstante, Stallone no se quedó quieto y en cada momento tomaba la cola –no sabemos si era la misma del original- y pegaba hebra tras hebra como un descosido, hasta casi convertirse en coautor de la pieza.

Al final, lo lógico de siempre, se cansó de tanto trajín, pues al tratarse prácticamente de un mural, no dejaba cada hora de recoger y encolar, agacharse y pegar, en un proceso interminable y sin descanso (seguro que desde entonces tiene una artística lumbalgia). Por consiguiente, se desprendió de ella y aquí paz y después gloria. No está uno para tantas pajas. 

Gregorio Vigil-Escalera

De las Asociaciones Internacional y Española de Críticos de Arte (AICA/AECA)